Presupuesto histórico para Durango
Por: Iván Ramírez M.
Palomitas de maíz retacadas en la boca y empujadas con refresco. Una mirada fija en la pantalla y en cuestión de minutos ya estamos caminando entre enormes edificios o sintiendo adrenalina por la velocidad alcanzada en un auto deportivo; nos adentramos en una casa de ensueño rodeada por cientos de metros cuadrados de jardín, una alberca llena de agua cristalina y al interior la chimenea manteniendo templado el piso de madera y reflejando su fuego en las esferas del árbol lleno de regalos; mientras en la mesa del comedor, como jugando a las escondidas entre copas de cristal, nos espera un jugoso pavo que brilla por la exquisita grasa dorada que le escurre gracias al preparado de vino blanco y naranja con el cual fue bañado cada 15 minutos durante cinco horas mientras estaba en el horno… Ya podemos sentir la suavidad de la carne y las burbujas de sidra en nuestra boca al igual que el calor constante de una leña de roble y el olor de un habano besado con coñac. Salimos de ahí con la panza llena de palomitas y refresco pero con la sensación de una gran experiencia por una ilusión proyectada en una pantalla.
Así nos presentaban los famosos “presupuestos históricos” y nos pedían aplaudirles a los diputados federales de las legislaturas anteriores ante su muestra de amor por Durango; así nos vendían año con año las proyecciones para nuestro estado, con maquetas, diseños por computadora, imágenes tomadas por drones, música emotiva y una voz «in crescendo» para provocar emociones. Magnas obras y un desarrollo económico de arcoíris (nunca lo podemos tocar).
Año con año se anunciaban recursos millonarios para fortalecer el campo mientras los verdaderos campesinos seguían en las mismas, sin dinero, manos llenas de surcos con tierra, callos duros como el azadón o el arado; una camisa que no huele a loción sino a un sudor con el que sueles recordar orgullosamente a tus padres y abuelos.
¿Dónde quedó el dinero?, ¿Quién se lo llevó? ¿Por qué el campo sigue igual o peor? No hace falta una auditoria para saberlo pues el amor y el dinero no se pueden ocultar, menos las casas, los ranchos con modernas instalaciones y cientos de cabezas de ganado; no se pueden ocultar las camionetonas del año, los sombreros de siete mil pesos pa´rriba, las fiestas pomposas de bodas o cumpleaños, así como es imposible tapar la pobreza en la que viven los campesinos a quienes dicen defender esos líderes millonarios con cada presupuesto histórico para el campo.
Pero según voces, la merma empezaba desde antes; las oficinas de San Lázaro se convertían en áreas de gestoría y moches. Nada gratis, nada por amor a Durango y nada para darle un giro a nuestra realidad.
Para que las cosas cambien hay que cambiar la forma de hacer las cosas. Esto no sólo es un tema de miles de millones de pesos, sino de una correcta y eficaz aplicación de los recursos. Hablamos de una forma diferente de gobernar, ya lo intentamos muchos años de la otra manera y nos hemos topado con pared, ahora veamos qué pasa así.
Las película… digo, los anteriores “presupuestos históricos”, sólo nos han dejado la panza llena de palomitas y refresco, porque el pavo, el habano, la alberca, los ranchos y el crecimiento económico proyectado, se ha quedado en unos cuantos. Usted sabe en quienes, amigo lector.
@ivanramirezdgo
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