• Me dijo que era rara, y no pudo hacerme mejor cumplido. Dianna Juárez Ibarra

Por: Norma Huizar

En 1991, la Organización Mundial de la Salud (OMS) desestimo la homosexualidad como una enfermedad mental, a pesar de más de dos décadas con campañas de concientización sobre este tema. México es el segundo país con el mayor número de asesinatos por homofobia en Latinoamérica

A la sociedad mexicana le cuesta aceptar a los hombres gay, la situación se complica más cuando son lesbianas.

Los espacios para las lesbianas son reducidos en nuestra sociedad, además que son severamente juzgadas y reprimidas en sus expresiones amorosas. Incluso son hasta echadas de áreas comunes y públicas por demostrarse afecto, como me tocó verlo en un paseo comercial de la ciudad.

Laura Alejandra Cruz Hernández, estudiante de licenciatura en Historia en la Universidad de Guadalajara; y auxiliar de investigación en el Centro de Estudios de Género de la U de G, escribió:

“La lesbiana está obligada a existir dentro de espacios limitados, las pocas posibilidades que la sociedad les ‘cede’, desde oportunidades de trabajo hasta leyes religiosas y políticas, prácticamente las segrega a sus propios hogares que los logran formar con sus propios recursos duramente ganados. La lesbiana aún sigue siendo ‘peligrosa’, la lesbiana no es normal, es invisible, ignorada, la lesbiana aún no es.”

Ante esta realidad, en Durango debemos seguir impulsando y visibilizando la necesidad de que las leyes se apliquen sin distinción, y menos por las preferencias sexuales.Lamentablemente es el hogar, el primer lugar donde las jóvenes son rechazadas al “confesar” que se sienten atraídas por personas de su mismo sexo. Ahí comienza el conflicto, la angustia, la soledad y también los primeros pensamientos suicidas como opción para escapar de la realidad.

Y es cierto, en Durango no se cuentan con apoyos para orientar a los padres acerca de cómo actuar cuando un hijo o hija declara o muestra que tiene preferencias sexuales diferentes. Y no se diga, cuando la formación familiar de los padres ha sido moldeada desde una moral religiosa descalificadora de lo que no “huela a normal”.

El amor de padres es lo primero que debe aflorar ante un hecho de esta naturaleza, los sentimientos no deben cambiar porque la hija muestre una preferencia sexual diferente. Sin bien no la veremos casarse de blanco, y quizá no tengamos nietos. Lo que importa es la felicidad de todos por encima de las imposturas sociales.

La preocupación de  especialistas y de algunos padres es entendible, porque saben que la vida en general es difícil y más lo será para quienes tienen preferencia sexual diferente, por eso el amor debe prevalecer ante cualquier circunstancia.

Sigamos luchando entonces, para que avancemos en el respeto de la diversidad  sexual de todos.  Seamos heteroaliados, para ser más nosotros mismos.

Twitter: @_NormaHuizar_