¿Qué nos están diciendo los partidos políticos?
Por: Juan Alberto Esquivel y Cebrián
¿Qué nos están diciendo los partidos políticos al recomendarnos a luchadores, actrices y demás gentes de la farándula o a ciudadanos simples, con buenas intenciones pero sin experiencia o a chapulines de la política, como posibles buenos gobernantes?
Pues, sin duda alguna, que no han cumplido con el compromiso implícito que adquieren al recibir la autorización de funcionamiento y, por tanto, el financiamiento público.
¿Y cuál es ese compromiso? de acuerdo con el artículo 41, fracción 1 de la Constitución, es diseñar el modelo de país en el que, «de acuerdo con sus programas, principios e ideas», deberíamos vivir los mexicanos y, como complemento, formar a los políticos que, al través de las distintas instancias y niveles de gobierno, construyan a ese país que diseñaron.
En otras palabras, al recomendarnos a personas totalmente ajenas al quehacer político, algunas verdaderos objetos de consumo electoral o a desechos de otros partidos, están demostrando que no tienen una consistencia ideológica y, por tanto, tampoco un modelo de país por el cual luchar.
Con su comportamiento nos dicen que su único interés es ganar poder y cumplir con la cuota de votos que les exige la Ley para seguir recibiendo el financiamiento público y, por tanto, están defraudando a la esperanza ciudadana de contar con gobernantes eficaces, eficientes y honestos, independientemente del discurso con el que adoben su publicidad.
En efecto, al recomendarnos a gentes sin oficio político o sin compromiso ideológico, los partidos políticos dejan de ser representantes de la sociedad para quedar como meras agencias de colocaciones para políticos sin chamba.
Y en esta época electoral, tantos partidos nuevos hacen sospechar un objetivo perverso: dividir la votación ciudadana para, mediante la elección directa o el cargo regalado (léase vía plurinominal) construir un legislativo fiel acatante de las indicaciones del ejecutivo federal, haciendo coro para el partido en el poder.
Y así, nos encontramos, entre los partidos recién nacidos, el del senador morenista Pedro Haces Barba; el de la maestra Gordillo, quien luego de estar en prisión, resultó «libre de cargos» al inicio del actual sexenio o el constituido, se dice, por los mentores espirituales del actual titular del ejecutivo federal.
Y entre los ya conocidos está el gobernante, que no puede resolver sus conflictos internos. También está aquel que acostumbra unirse a los poderosos o ese otro, dirigido desde su nacimiento por un viejo amigo de Carlos Salinas de Gortari.
Por otro lado, están otros partidos, como el que se ofrece como oposición independiente, pero que no da a conocer la visión del país que pretende y los tres tradicionales que, por ser tan conocidos no requieren más comentario que son los más opuestos a la actual administración federal.
Todos, unos más que otros, han caído en la categoría de «agencia de colocaciones» y, por tanto, su valor como ente político ya no estriba en su consistencia ideológica sino en la capacidad como posibles gobernantes que pueden tener las personas que nos recomiendan para las chambas en disputa (ediles, diputados o gobernadores, según la entidad federativa).
Y en este momento histórico, en el que tenemos un titular del ejecutivo federal ávido de poder personal, es importante construir contrapesos, tanto en el legislativo federal como en los distintos niveles de gobierno estatales, para proteger la aún débil democracia que hemos estado construyendo desde los últimos 40 años.
Por eso y a pesar de las deficiencias de los actuales partidos políticos, es muy importante razonar muy bien el voto y acudir a depositarlo.
¿O tú qué opinas, paciente lector?