Por: Erik González

Queridos amigos, lo que nos dice Lozoya en su denuncia formal ante la fiscalía General de la Republica no es solo el hecho de haber entregado seis millones a Ricardo Anaya y cuatro a José Antonio Meade, además de eso nos revela que fue extorsionado por nada más y nada menos que 50 millones de dólares. En la denuncia, es tangible que esa cantidad no fue una negociación sino claramente “una extorsión” por parte de los legisladores con la finalidad de que se aprobaran las reformas estructurales del mal llamado “pacto por México” influenciada por trasnacionales como Odebrecht y otras empresas extranjeras. El grupo de estos extorsionadores estuvo encabezado por Francisco Javier Cabeza de Vaca, Francisco Domínguez Servien Salvador Vega y Jorge Luis Lavalle Mauri que resultarían a la postre en un grupo de gobernadores panistas.

Se revela también que el personaje que daba las órdenes para saciar a los panistas mencionados antes era Luis Videgaray, operador financiero y político de Peña, que con el objetivo de sacar adelante la dañina Reforma Energética no escatimo cantidad alguna llenándole los bolsillos a una buena cantidad de personajes del todos los partidos, pero sobre todo a los de Acción Nacional. Un hecho sin precedentes en el que estuvo envuelto el desfalco, la corrupción al más alto nivel y como lo apunta Alfredo Jalife “entregamos la última carta que le quedaba a México que era el Petróleo”.

Una de las cosas más destacadas que nos dice Lozoya, queridos amigos, es que este grupo de panistas tenían una actitud agresiva al grado de amenazar con boicotear la reforma energética sino recibían los sobornos solicitados.

Imagínense de ser cierto el amasiato PRI-PAN el proyecto de corrupción transexenal más profundo de la historia de nuestro país representaría el proceso de descomposición de la clase política que más costo ha tenido para México. Una política basada en la mochada, el soborno, el tráfico de influencias y la impunidad producto de una red que, aunque incluía a todos los partidos, los panistas se presumen, fueron los más obsesivos en sacar beneficios personales sin importarles el petróleo o el futuro de los mexicanos.

En los últimos días, todos y cada uno de los involucrados sale a decir que no son los culpables y pues claro que se puede esperar de una clase política podrida y desesperada, que sin duda para nadie es un secreto que han amasado grandes fortunas que no corresponden a sus salarios.