Por: Dionel Sena

Aunque mucho se ha comentado sobre lo ocurrido la semana pasada en Culiacán, Sinaloa, y la controversial decisión que tomó el Presidente al dejar ir a un integrante del crimen organizado a cambio de salvaguardar las vidas de quienes en ese momento estuvieron en un grave riesgo, sin embargo, más allá de que si la decisión fue la correcta o no -dependiendo del lente con que se mire-, es innegable que el hecho como tal ya puso a prueba -por primera vez en el sexenio- a la «4T», al grado que trascendió que horas después del suceso referido, Alfonso Durazo, secretario de Seguridad Pública, presentó a Andrés Manuel López Obrador su renuncia al cargo, la que el tabasqueño no aceptó, lo que para algunos tendría cierta lógica, pues la decisión que tomó fue consensuada y confirmada por el propio titular del Ejecutivo.

Quizá la renuncia de Alfonso Durazo obedezca más al fallido operativo por tratar de capturar a uno de los hijos de  “El Chapo” Guzmán, lo cual suena inverosímil si lo pretendían hacer con sólo 30 elementos y en la mismísima cuna del “Cartel del Pacífico”, es decir, la versión de que se lo encontraron en un domicilio no es descabellada, caso contrario el respaldo en el número de elementos del ejército y de la Guardia Nacional, hubiera sido inconmensurablemente mayor al que presentaron, de ahí lo mal que salió todo y ahí sí, quizá la responsabilidad mayor era del Secretario de Seguridad Pública, el cual es casi seguro que estuvo enterado minuto a minuto de dicha maniobra y de lo mal que salió la misma, de ahí que la decisión que se tomó -por controversial que ésta haya sido- quizá no fue tan mala como algunos tratan de estigmatizarla.

Lo que sí, es que el hecho como tal no pasó desapercibido, y ahora sí, lo más seguro, es que tanto el círculo rojo como el social, hayan estado enterados de todo lo que sucedió y de las consecuencias que ello le pudo haber acarreado al país, incluso el resto del mundo estuvo atento a lo qué pasó, pues no es ningún secreto que la organización inmersa en el hecho tiene alcances globales y de ahí el interés manifiesto que había, lo que le da un buen “raspón” al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pues más allá de que si la decisión fue buena o mala, es indudable que el tema marca un antes y un después en su Gobierno, pues la sociedad mexicana consumirá esa historia como mejor le parezca y habrá quienes piensen que el Presidente no cumplió con la principal obligación que tiene de garantizar la seguridad de su población, aunque habrá otros que piensen que lo hizo a su manera y que salvó miles de vidas, cada una de ellas son respetables.

Hay quienes piensan que el Presidente sí debería aceptar las renuncias que se le han presentado, hasta ahora, por el fallido operativo, caso contrario, él terminará cargando con todas las culpas, lo que en definitiva no sería lo más apropiado, más allá de que él como jefe supremo de las fuerzas armadas haya tomado esa decisión, pues lo anterior podría ser tomado como referencia por otros grupos criminales, cuando alguien de sus líderes esté a punto de ser detenido o que ya esté en manos de la justicia; por lo que es casi un hecho que el Gobierno federal deberá replantear su estrategia de seguridad, pues está claro que hasta ahora no ha funcionado y ejemplos ya hay varios… Aguililla, en Michoacán; Iguala, en Guerrero, y ahora Culiacán, en Sinaloa. En definitiva que ya se debe de tomar con seriedad el tema y dejar de lado frases como el “fuchi” o el “guácala”, que es evidente no harán que el crimen organizado aminore su agresiva conducta en este sexenio, máxime con las referencias antes citadas.

Twitter: @dionelsena