Por: Hermann Linden

En México tenemos nuestros propios problemas, pero después de lo de Culiacán, los ojos del mundo entero se encuentran en la serie de acontecimientos que se están suscitando por doquier y al parecer de forma escalonada en América del Sur, ¿qué está pasando?

En Argentina hubo elecciones, Macri perdió la reelección; aquél Presidente que “hizo historia” cuando en el 2015 anunció el fin del peronismo, tuvo que entregar el poder a nada más y nada menos que Alberto Fernández, esposo de Cristina Kirchner, quién después de 12 años tuviera que dejar la Casa Rosada. Tan solo un periodo, repleto de graves crisis económicas y sociales, sirvieron para que los argentinos decidieran devolver al Partido Justicialista la Presidencia y con ello vida al peronismo. No será fácil para la pareja Fernández, ya que las declaraciones del controversial presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, distan mucho de una relación cordial y diplomática, al decir que “el pueblo argentino se equivocó y votó mal”, por lo que no felicitará al presidente electo Fernández.

No tan lejos, el pasado domingo, en Uruguay se llevaron a cabo las elecciones más disputadas en los últimos años, Daniel Martínez, del Frente Amplio, partido en el poder, y Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, tendrán que irse a segunda vuelta al no haber obtenido el 50 por ciento más 1 de la votación que se requiere por Ley, por lo pronto, ya  dos de los cuatro contendientes se decantaron por la opción antisistema brindando su apoyo a Lacalle Pou y quizá con esto marque la diferencia a finales del mes entrante.

Bolivia es una olla de presión, han pasado 10 días desde las elecciones y las protestas de fraude, disturbios y represiones no cesan; Evo Morales se impuso en la primera vuelta a su contrincante y expresidente Carlos Mesa, y como en aquellos años cuando en algunos países se “caía el sistema” en Bolivia, se cayó; el sistema de conteo se congeló por espacio de 24 horas, dejando el 0.1 de diferencia que llevaba Evo a la expectativa, y al actualizarlo, como por arte de magia, el presidente boliviano obtuvo la ventaja suficiente para su tercera reelección, lo que ocasionó el descontento inmediato de multitudes y los despliegues entre cacerolazos, cánticos, fogatas y gases lacrimógenos.

Pero si de cacerolazos vamos a hablar, Chile se los lleva todos; la situación social y política en aquél país está fuera de control y aunque es producto de años de descontento y abusos, en esta ocasión, comenzó con la evasión del pago de los boletos del metro por sus altos incrementos (30 pesos chilenos) y de ahí, a una velocidad vertiginosa y a un mes de que se supone se celebre la Cumbre mundial del Foro de Cooperacion Económica Asia-Pacifico en Santiago, se pasó de protestas pacíficas a destrucción de estaciones, quema de autobuses, vandalismo de negocios y pintas en edificios públicos. El Presidente Sebastián Piñera, no ha sabido cómo reaccionar ante las circunstancias que se viven en Chile, frenó el alza a la tarifa del metro y no funcionó, llamó al toque de queda y sólo los enfureció más, parece que con cada decisión sólo empeoran las cosas, muestra de ello también han sido cuando exigió la renuncia a cada miembro de su gabinete, haciendo cambios y enroques, sin embargo, ni con ello logra “calmar las aguas”, el pueblo exige su destitución y todo indica que no cesarán hasta lograrlo.

La constante de cada uno de estos países, es que sus liderazgos con ideología de izquierda no han sabido cumplir la mayoría de sus promesas y todos son marcados por la desigualdad social, la corrupción y la crisis económica, esperemos que, bajo estas advertencias, México no llegue a los extremos.