Por: Juan Alberto Esquivel y Cebrián

En realidad, las elecciones del 2021 pueden representar una verdadera transformación nacional o ser un muy doloroso fracaso para nuestra democracia y, por tanto, un muy severo retroceso para nuestro país.

Por un lado tenemos el empeño del titular del poder ejecutivo de hacer retroceder al Gobierno a la época dorada del PRI, allá por los años 50 y 60 del siglo pasado, cuando el señor presidente era la única autoridad, con el poder legislativo con «el carro completo» (todos los diputados y senadores eran del PRI) y en plena sumisión. Con el poder judicial también bajo su control y una camada de partidillos (PARM, PPS, por ejemplo) dizque opositores pero que respaldaban en todo a las decisiones del ejecutivo, lo que facilitó la inmensa corrupción de los últimos gobiernos, con la diferencia de que en aquella época el pais logró grandes avances con funcionarios experimentados y en cambio, con este gobierno luego de dos años, la economía va en pleno retroceso y sin visos de mejora; los funcionarios en puestos clave, salvo algunas -muy pocas- excepciones, se destacan más por su subordinación al ejecutivo federal que por su capacidad para el puesto y los únicos avances reales son la compra masiva de votos al través de «apoyos sociales», el aumento del salario mínimo sin el estímulo a la productividad y el crecimiento incontrolado de la delincuencia y el crimen organizado.

Por otro lado, tenemos a una oposición (PRI, PAN y PRD) señalada por la mancha de corrupción, ineficacia e ineficiencia, mancha insistentemente destacada por el residente en el palacio nacional (aunque, a veces, esto suena más a deseo de revancha por haber sido derrotado en elecciones pasadas que por un sentido de patriótica justicia)
Esta situación plantea a los ciudadanos el dilema de votar para contribuir a consolidar la dictadura de un individuo que quiere regresar a la ya rebasada etepa del «presidencialismo», rodeado de secuaces que fueron desechados por los otros partidos y están, todos, hambrientos de poder y que han demostrado poca capacidad para hacer que México prospere o votar a riesgo de volver a fortalecer a la corrupción.

Necesariamente surge la duda, ¿La oposición tendrá la capacidad de vencer su oportunismo y ansia de «hueso» y nos recomendará a cuadros con capacidad probada para gobernar o sólo nos ofrecerá objetos de consumo electoral?
Los resultados de la alianza en construcción nos darán la respuesta ¿O tú que opinas, paciente lector?