Por: Alberto Palacios Z. 

Conforme avanza el proceso electoral para renovar la Cámara de Diputados federal y el Congreso del Estado, se irá intensificando el canibalismo político, tanto entre aquellos que probablemente se enfrentarán en las urnas como entre los que aspiran a ser quienes abanderen a su partido o alianza, como ha ocurrido desde siempre, pero que en ocasiones resulta más destructivo para un proyecto en general que benéfico para quienes lo cometen.

Las consecuencias de los arrebatos de aquellos que tratan de hacerse de una candidatura descalificando a absolutamente todos los que compiten por ella siempre ha terminado en complicaciones que, incluso, desembocan en la derrota electoral y estos seres que demuestran no tener lealtad a las siglas y al proyecto general de un partido si no son ellos los agraciados, dejan de contar con el apoyo de las estructuras que van con aquellos a los que atacaron.

Todos sabemos que la fortaleza de un partido político está en su estructura, el voto duro, la gente que no sólo votará por ellos con seguridad, sino que ayuda a promover a sus candidatos, pero estas estructuras tienen lealtades, algunas con un precio, otras más bien basadas en la amistad, por lo que atacar y descalificar a alguien que cuenta con estructura para ganarle la postulación, equivale a perder los votos que trae consigo, además de que socialmente también se echa al lomo la cruz de traidor, desesperado, interesado o falto de palabra, lo que también resta votos.

Hemos visto que muchos de los que no obtienen la candidatura que quieren cuando la quieren, terminan vendiéndose a otros candidatos sólo por el gusto de ver a su correligionario o correligionaria derrotados y después pararse el cuello diciendo “yo sí hubiera ganado”, pero nada más falso que eso, porque esa persona, aunque el ego no se los deje ver, pierde muchos más votos que quien perdió, porque se dio a conocer como alguien desleal, tenga el padrino político que tenga.

Obviamente, también se ha visto el otro lado de la moneda, quienes reclaman su legítimo derecho a ser postulados por haber hecho un buen papel y estar sumando al partido que cargan en la camiseta, como es el caso en el PRI de Daniela Soto y David Payán, regidores capitalinos que no han dejado de trabajar y estar vigentes en los medios, pero parece que la dirigencia del tricolor creo que no necesitará jugar de forma eficaz al tener de aliado al PAN-Gobierno.

En el PAN no parece que tengan tan marcada esta situación, ya que, al haber un jefe político en el Estado, hay que apegarse a su plan y decisiones, aunque salgan algunos suspicaces que quieran cometer canibalismo político para forzar una negociación, ya sea en suplencias, plurinominales o regidurías el año entrante, pero habiendo un Gobernador panista, él es el que decide, aunque mediáticamente tengan que decir que no es así, pero hay orden.

En Morena vemos a una Sandra Amaya fortalecida y con grandes oportunidades donde la pongan, ya sea en este año por una diputación local o federal, o el siguiente por la presidencia municipal de Durango, ya que ha llevado a buen puerto la alianza legislativa con el PT en la aprobación de todas las iniciativas del Presidente Andrés Manuel López Obrador que tienen que pasar por los congresos locales, siendo el nuestro uno de los que más rápido lo ha hecho; Iván Gurrola y Otniel García han sido importantes en la presentación de propuestas de Ley y reglamentos y ambos pueden presentar buenas cuentas a la ciudadanía, ya que son de los que suman a su partido en lugar de restar.

El Congreso del Estado siempre ha sido pieza importante de la política local, porque es donde se muestra el oficio de cada personaje público y qué tan bueno es para defender o atacar a los oponentes para favorecer el proyecto partidista y esta Legislatura pinta para dar una buena batalla electoral éste y el año que viene, sólo habrá que esperar que las dirigencias decidan jugar con sus mejores perfiles y no favorecer a los amigos porque crean que ya tienen la victoria segura.

Twitter: @AllenVhanfurer