Por: Juan Alberto Esquivel y Cebrián

Ya terminó la temporada electoral y ganaron los recomendados con más habilidad para captar votos y, por su parte, los partidos políticos recibieron más votos por rechazo a los otros competidores que por la fuerza de sus propuestas las cuales, como ya es costumbre, fueron de confusas a nulas.

Pero, como sea, ya se acabó la competencia y para los líderes demócratas y con madurez emocional es el momento para revisar aciertos y errores y tomar las medidas pertinentes para mejorar los aciertos y corregir los errores.

Pero para los líderes que no entienden lo que es la democracia y aun les falta madurar emocionalmente es una buena oportunidad para inventar culpables y, así, tratar de justificar los resultados obtenidos. Por eso no causa ninguna sorpresa que el señor López y sus allegados digan que quienes no votaron en favor de los recomendados por su partido y sus partidos satélite son gentes sin criterio y fácilmente manipulables. Que hayan acusado a los «clasemedieros», presuntos votantes «opositores», como individualistas simpatizantes de la anterior corrupción y que, además, le reconozcan a los medios de comunicación la fuerza suficiente como para «opacar los logros» de la actual administración federal y estimular una votación contraria a esta.

Tal parece que, en su megalomanía, el señor López no alcanza a comprender que sus actos erróneos, como promover el antagonismo entre los distintos sectores de la sociedad nacional; tener a México como uno de los países que peor han atendido la pandemia del COVID-19 (el promedio mundial es de dos defunciones por cada cien infectados; aquí somos nueve por cada cien); no haber logrado la recuperación de la economía nacional y si haber aumentado los índices de la inflación; permitir el incremento incontrolable de la delincuencia,  lo mismo la organizada que la simple y, sobre todo, su muy manifiesta ambición de poder, entre otras muchas fallas en su gobierno, son factores que promovieron la votación contraria al partido oficial y sus satélites.

Y realmente es preocupante esta reacción del «austero» residente del muy lujoso palacio nacional por varios aspectos dignos de análisis:

Por un lado, al estigmatizar a la clase media, cuya principal característica es tratar de construir un mejor futuro para su familia, con base en el esfuerzo personal, la preparación académica y la constancia, el señor López muestra con claridad su visión de la sociedad ideal: aquella que pueda manejar a su gusto gracias al dinero público que reparte; esto es, una sociedad que se conforme con las dádivas que reciba del Gobierno y las agradezca eternamente.

Por otro lado, su afán -afortunadamente frustrado, al menos por ahora- de tener el pleno control del Poder Legislativo sumado al intento, en proceso, de hacer lo mismo con el Poder Judicial, hace pensar que entre sus planes está el hacer de su actual mando una próxima dictadura, similar a las existentes en Venezuela o en Nicaragua, pues el modelo cubano le queda grande.

Y, por último, también es preocupante que las fuerzas políticas opositoras no muestren, hasta el momento, una estrategia sólida para corregir sus errores del pasado y construir para el país un futuro con efectivo desarrollo socioeconómico; es más, ni siquiera presentan una figura destacada entre sus cuadros más representativos.

Pero será el tiempo quien nos dé respuesta ante estas interrogantes, ¿O tú qué opinas, paciente lector?