Santiago Papasquiaro, Dgo. La maestra Marlenee Ontiveros Romero no solo dedicó su vida a la enseñanza, sino que, incluso en su último suspiro, pensó en sus alumnos. Tras ocho meses de lucha contra el cáncer, la educadora hizo una petición conmovedora: «No me lleven flores, lleven útiles escolares para regalarlos a los niños que lo necesitan». Y así fue. Su voluntad se cumplió, y en su despedida, en lugar de coronas y arreglos florales, su ataúd estuvo rodeado de mochilas, cuadernos, lápices y colores, como un homenaje a su misión de vida.

La escuela primaria «José Revueltas», en la colonia Francisco Villa, donde Marlenee ejerció la docencia con amor y entrega, fue el escenario de un sentido homenaje. Sus compañeros, alumnos, padres de familia y amigos recordaron su inquebrantable espíritu y su deseo ferviente de regresar a las aulas, pues hasta el último momento repetía con esperanza: «Ya quiero estar bien para estar con mis muchachitos».

El impacto de su legado resonó en su misa de despedida, celebrada en la iglesia de Cristo Rey, donde cientos de personas abarrotaron el recinto para dar el último adiós a una mujer que convirtió su profesión en un acto de amor infinito. «Necesitamos formar hombres y mujeres que amen a México», solía decir a sus colegas. Hoy, su ejemplo trasciende las aulas, inspirando a toda una comunidad a seguir su causa.

En su tierra natal, donde fue sepultada, el dolor de la pérdida se mezcló con la gratitud de haber compartido la vida con una maestra que no solo enseñó a leer y escribir, sino a soñar y creer en un futuro mejor. Descanse en paz, maestra Marlenee Ontiveros Romero, su luz seguirá brillando en cada niño que reciba un útil escolar en su memoria.