Santiago Papasquiaro, Dgo. El peligro acecha en cada jornada de trabajo para los recolectores de basura del municipio de Santiago Papasquiaro, quienes diariamente enfrentan riesgos graves para su salud y seguridad sin el equipo de protección adecuado. La reciente tragedia ocurrida en un camión recolector, donde un trabajador sufrió severas quemaduras en el rostro, ha encendido las alarmas y generado una nueva exigencia de protección para quienes realizan esta ardua labor.

Los recolectores demandan urgentemente caretas, guantes, overoles y botas de trabajo, herramientas esenciales para reducir los peligros que enfrentan al manejar residuos de todo tipo. En esta ciudad, donde diariamente se recolectan más de 40 toneladas de basura—cifra que en días especiales supera las 50 toneladas—, la exposición constante a materiales peligrosos como vidrios rotos, productos químicos y objetos punzocortantes representa un riesgo latente.

“Algo que nos preocupa mucho es el manejo de residuos químicos, como botellas de productos tóxicos o aerosoles. El accidente del lunes pasado fue un claro ejemplo de los peligros que enfrentamos. Ojalá que esta vez sí nos doten de equipo para estar un poco más protegidos”, expresó un trabajador con más de 13 años de experiencia en el servicio de recolección.

La falta de equipo de seguridad no es exclusiva de Santiago Papasquiaro, sino que se extiende por toda la región noroeste del estado, dejando a cientos de trabajadores expuestos a enfermedades, lesiones y accidentes laborales. A pesar de múltiples solicitudes durante años, los trabajadores del servicio de limpia siguen siendo de los más desprotegidos en su labor diaria.

El llamado es urgente. La exposición diaria a desechos peligrosos y el riesgo de accidentes hacen imprescindible la dotación inmediata de equipo de seguridad. Sin estas herramientas básicas, los recolectores continúan jugando con su vida en cada jornada, en una tarea que es vital para la salud pública pero que, paradójicamente, sigue siendo una de las más olvidadas y desprotegidas.

Por: Jesús Martínez