La diputada Rocío Rebollo alzó la voz desde el Congreso del Estado de Durango para visibilizar una realidad poco atendida: los efectos diferenciados que la prisión tiene sobre las mujeres y, especialmente, sobre los niños y niñas que viven con ellas dentro de los centros penitenciarios.
“La prisión es una sanción que no fue pensada para la mujer. En ella se siente doblemente marginada, como reclusa y como madre. Pero también olvidamos a los hijos que crecen con ellas tras las rejas”, declaró Rebollo en tribuna.
Actualmente, en México hay al menos 344 niñas y niños que viven en prisión junto a sus madres, según datos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. En Durango, siete menores residen en el CERESO Número Uno, expuestos a condiciones de hacinamiento, carencias sanitarias y falta de atención especializada.
Ante este panorama, la legisladora propuso una iniciativa para reformar el marco jurídico estatal y garantizar el respeto efectivo de los derechos humanos de las personas privadas de libertad, con un enfoque particular en mujeres y en los niños en prisión, quienes muchas veces permanecen invisibles para el sistema.
“La niñez en reclusión no tiene por qué heredar el castigo de sus madres. Necesitan protección, cuidados y un entorno digno para su desarrollo”, señaló.
La propuesta busca que los hijos nacidos en prisión puedan permanecer con sus madres hasta los tres años de edad, asegurando condiciones adecuadas para la lactancia, la convivencia y el apego, en respeto al interés superior de la infancia. También contempla medidas de identidad, salud, educación y protección frente a la violencia institucional.
“Legislar con perspectiva de género y de niñez no es un privilegio, es una obligación constitucional”, puntualizó Rebollo, llamando a sus compañeras y compañeros del Congreso a respaldar esta iniciativa que da voz a quienes no la tienen: las madres reclusas y sus hijas e hijos.
Por: Antonio Gaytán