Domitilo quiere ser diputado
Por: Gilberto Jiménez Carrillo
Las obras post revolucionarias que escribió el jalisciense Mariano Azuela deberían de ser motivo, causa y razón para que muchos políticos de México las leyeran para ver en qué parte del espejo les toca verse. En la novela «Domitilo quiere ser Diputado», la vida del México político actual no ha cambiado mucho a pesar de que la obra fue escrita en 1918, apenas consolidándose la Revolución y frescas aún las páginas de la nueva constitución. En la obra, el autor saca a flote la perversidad de los ladinos del pueblo bajo la creencia de que un diputado puede hacerlo todo y lograrlo todo. «Domitilo quiere ser diputado» fue escrita en el México que todavía trabajaba en la consolidación de su democracia y a un año de promulgada la Constitución de 1917, sin embargo, la obra no deja de ser vigente hasta el día de hoy, pues en ella se señalan las bajezas que contempla la política y los intereses que de ella se desprenden del mismo ejercicio del poder a través de la figura principal de un diputado hijo de un ambicioso personaje.
A Quevedo se le atribuye una famosa frase compuesta que, según la leyenda, le hizo ganar una apuesta, la cual consistía en llamar públicamente “coja” a la reina Isabel de Borbón, y quien literalmente padecía de este mal: “Entre el Clavel blanco y la Rosa roja… su majestad es coja”, le dijo Quevedo ante la corte, y sin que la soberana sospechara del sutil agravio. A veces pienso que los candidatos, especialmente quienes aspiran a ocupar un modesto, pero bien pagado lugar en los congresos, nos hacen a los ciudadanos (y muchas veces con éxito) una parábola similar: “Entre la propuesta chafa y la propuesta populista, el elector es tonto”. Y es que solo los muy escasos inteligentes que aspiran a ser diputados o senadores tienen la honestidad y valentía de establecer propuestas concretas concernientes a los asuntos legislativos que básicamente radican en hacer leyes y aprobar la cuenta pública.
Lamentablemente, hay un nutrido grupo de personajes que no poseen la valentía y mucho menos la honestidad de concretar propuestas en este rubro. Su imaginación y limitada inteligencia los lleva a proponer la “gestión de obras”, “bajar recursos”, “etiquetar recursos para…” etcétera. No sé hasta qué punto los aspirantes y ya luego legisladores piensan que los electores somos tontos, pero la mala fama como diputados o senadores se la han ganado a pulso, comenzando con las propuestas chafas y populistas que establecen como candidatos, que luego de tener que ejercer la función, difícilmente pueden realizar ante lo poco atractivo que resulta por naturaleza el trabajo legislativo. Es, pues, la mentira de candidato la que los lleva a convertirse en blanco de duras críticas a su miserable desempeño como diputados o senadores. Siembran propuestas chafas… y cosechan repudio social.
No cabe duda que para el lenguaje “diputable”, desde que se inventaron las “gestiones” se acabaron los… como sigue sucediendo hasta nuestros días, en pocas palabras la corrupción de esa época que no ha cambiado mucho, donde no hay dignidad con tal de mantener privilegios. La mezquindad, el arribismo, la ambición son notorios en la narrativa de la obra de Mariano Azuela, y curiosamente cualquier parecido con la realidad es una simple coincidencia. En el relato “Domitilo quiere ser diputado” se traza con detalles grotescos el retrato de la ambición, lo cual explica porque hay y seguirán existiendo muchos “domitilos”.