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El asesino futbolero… del América tenía que ser

16/05/2025 - Hace 8 horas en Durango Estado

El asesino futbolero… del América tenía que ser

Zona de Debate | 16/05/2025 - Hace 8 horas
El asesino futbolero… del América tenía que ser

Por: Gilberto Jiménez Carrillo

 

José de León Toral, ex medio campista del América, fue quien “mató” al general Álvaro Obregón al son de la melodía El Limoncito en julio de 1928, en un restaurante de postín por los rumbos de San Ángel, cuando éste celebraba su reelección como presidente. Las comillas en “mató” vienen porque a casi un siglo del crimen, el caso sigue dando de qué hablar, ya que, si Toral le disparó seis balas al famoso Manco de Celaya, en la autopsia se encontraron diecinueve agujeros en el cuerpo, además de calibres diferentes. Eso sí, las cuarenta personas que estuvieron presentes en el asesinato, todas apuntaron a Toral como el único autor, el “loquito en solitario” de siempre, más o menos algo así como Mario Aburto. José de León Toral era un fanático del deporte, pero más de la religión, producto de una generación que se formó durante las alborotadas décadas que le siguieron al estallido de la Revolución y a la famosa Guerra Cristera, desatada por la llamada Ley Calles. Toral, como muchos jóvenes, vio en la religión católica no sólo una forma de vida piadosa y redentora, sino el sendero para convertirse en un verdadero mártir, como los que leía con fervor en sus libros piadosos. Tanto el presidente Plutarco Elías Calles, y después Obregón, venían dándose a la tarea de menguar el poder de la Iglesia, controlándola con la aplicación de los artículos constitucionales que permitían la libertad de cualquier culto, además de la obligación para los sacerdotes de registrarse ante el gobierno. De tal manera que cuando Obregón logró su reelección, de 1928 a 1934, el sector católico y sus brazos extremistas decidieron eliminarlo. El excrema Toral nació en Matehuala, San Luis Potosí, en 1900. La primera vez que José escuchó el nombre de Álvaro Obregón fue cuando las tropas revolucionarias entraron a la capital, justo donde la familia de León Toral se había mudado, en 1915.  Las correteadas e injusticias que sufría la Iglesia y que amenazaban la integridad de la buena sociedad y del país (católico), hicieron que José acentuara su devoción religiosa. Asistía a misa diario, estaba en todos los grupos de jóvenes católicos y su lectura era exclusivamente sobre temas píos. Pensó que era muy importante dedicarse con gran actividad a la propaganda religiosa. De hecho, su conducta permite verlo alejado de los vicios, dedicando sus horas de ocio a prácticas religiosas y deportes. José era un atleta nato: atletismo, natación, box y basquetbol, todos los había practicado con esmero, aunque su favorito era el soccer. Se decía que fue un mediocampista excepcional. ¿Cómo terminó Toral en el América? El club se fundó el 12 de octubre de 1916, en los llanos de la Condesa. Como los integrantes preferían jugar, en vez de andar de creativos pensando en un nombre, aceptaron sin problema la propuesta de un individuo conocido como el “Cheto” Quintanilla, quien sugirió se llamarán “América”, total, ese día era la fecha del descubrimiento del nuevo continente. Los chicos tuvieron un buen inicio, hasta llegar a la primera fuerza, en 1917. Sin embargo, vinieron vacas flacas que los obligaron a reforzarse con jugadores de otros clubes, hasta fusionarse con los equipos de los colegios de hermanos Maristas, entonces los más futboleros, como el Savignon, San José y Alvarado: “de este último llegó León Toral al América, que cambió su nombre al Centro Unión”. Así fue como el 17 de julio de 1928, el ex águila apareció pasadas las dos de la tarde en el restaurante La Bombilla, y con el pretexto de ser un humilde caricaturista que quería dibujar al insigne sonorense, se le acercó; y mientras en ese momento se escuchaba el son El Limoncito, interpretado por la orquesta del maestro Alfonso Esparza Oteo, se sirvió la sopa de balas. Fin de la fiesta. A José de León Toral lo fusilaron en febrero de 1929 mientras gritaba “¡Viva Cristo Rey!”., mientras las dudas siguen bailando al son de El Limoncito sobre quién verdaderamente estuvo tras la muerte de Álvaro Obregón, la única cosa que si es segura es que: ¡Cómo no lo iba a matar, si jugó en el América, hombre!

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