Greguerías gregarias
Por: Juan Francisco Arroyo Herrera
El estudio de la mente se remonta a los tiempos aquellos en que el hombre se convenció de que esa facultad radica en el individuo y no en una conexión con lo divino o lo sobrenatural. El alemán Franz Anton Mesmer, nacido en 1734 en Alemania, fue médico y filósofo; se le atribuye el descubrimiento de lo que él llamó magnetismo que luego sus seguidores bautizaron con el apelativo mesmerismo. Estuvo en boga y existen textos al respecto. James Barid, que llegó a este mundo en 1975 y continúo los estudios, pero desarrolló lo que denomino hipnosis. En lo sucesivo, han surgido afamados hipnotistas: El brasileño Taurus do Brasil, aquí en México lo hizo público con sus concurridos espectáculos, a la fecha se considera una técnica que puede substituir a la anestesia y corregir asimismo problemas conductuales; asimismo, el español Tony Kamo.
Por otro camino, Freud instituyó el psicoanálisis, que en medio de aguerridos debates se colocó como un procedimiento científico para explorar las profundidades de la mente y lograr que el sujeto externe sentimientos que lo aquejan y detienen su evolución como ciudadano, padre, hijo, trabajador, etcétera. Fueron muy conocidas también las maniobras que a base de electrochoques se descargaban en la cabeza del paciente para estimular solo Dios sabe qué y así acabar con los arrebatos del enfermo.
En sus orígenes, esa disciplina de la mente la reclamaban para sí los psicólogos, psiquiatras y luego tercearían otras parcelas, como lo neurología, la acupuntura y demás disciplinas, que han experimentado acabar con semejantes afecciones psicosomáticas. A partir de los años sesenta y más en los setenta, Sidney Petrie y Robert B. Stone se treparon a la fama al dar a conocer sus estudios sobre hipnosibernética, que intentaba utilizar la hipnosis previa programación de la mente, luego de que se lograra un estímulo a base de entrenamiento.
En la década de los setenta, aparece el doctor Thomas A. Harris con su libro “Yo Estoy Bien, Tú Estás Bien”, tomado como guía por psicólogos o profesionales dedicados a la orientación de la conducta. Se basa en el análisis transaccional, que ha sido definido como una filosofía humanista de las relaciones humanas, la personalidad, la comunicación y como forma de psicoterapia. Fue fundada por Eric Berne. Uno de los puntos abordados por esa doctrina era la pregunta formulada en el título del libro “Yo estoy bien, Tú estás bien”. Encierra una actitud conciliatoria del individuo con los demás y lo ideal es que la respuesta sea Yo estoy bien, Tú estás bien. Evitar el yo estoy bien y tú estás mal o nosotros estamos bien y todos ustedes son los que están mal.
Esta última teoría ha sido explotada en la vida diaria con chistes, fábulas, cuentos, etcétera. Como aquel humano que conduce un auto, cuando repentinamente escucha en la radio: “Se recomienda a los viandantes de equis calle extremen precauciones, en virtud de que viene un sujeto en sentido contrario”, a lo que contesta el escucha: “¿Uno? ¡Todos!”, es decir, todo mundo andaba mal y nuestro personaje era el único que andaba bien. Se prestan estas reflexiones, a propósito del acabado proceso electoral, en el que Claudia Sheinbaum Pardo arrasó en las urnas, obteniendo una votación a su favor de más del 60 por ciento. Su triunfo ha producido in crescendo, la ira, la histeria, la envidia, la desesperación y el odio de los opositores que le dicen al pueblo mexicano muerto de hambre por haber votado por ella. Le gritan al pueblo que anda mal. ¡Ah, pero ellos andan muy bien! Lástima que no haya suficientes psicoanalistas, pues ese ataque de furia, de endémico, se puede tornar pandémico.