Greguerías gregarias
Por: Juan Francisco Arroyo Herrera
Buenos recuerdos. Durante décadas, los políticos de Durango, Zacatecas y otros lares tuvieron a fuego lento un añejo conflicto de límites entre ambas entidades en la región indígena del Mezquital, recordemos que también Pueblo Nuevo tiene bastante población Tepehuana.
Subían el nivel calorífico para agitar las aguas, y una vez revueltas, buscaban la presidencia municipal, la diputación local o federal, la senaduría y hasta la gubernatura. Bullían, meneaban y zarandeaban los ánimos para luego ofrecer sus buenos oficios y conciliar el diferendo, alzándose como los salvadores de las etnias originales.
Aconteció que, durante la administración de Alejandro Páez Urquidi, el entonces Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, padre de la actual Secretaría de la Reforma Agraria, gritó a los cuatro vientos que el asunto de marras sería resuelto de raíz, de golpe y porrazo, en un santiamén, parecido a lo que dijo el zafado de Vicente Fox respecto al conflicto del ejército zapatista surgido en la mismita Chiapas.
Por desgracia, el taco y la bola de billar político hizo “chis” y el botudo bigotón o bigotón botudo, como usted lo prefiera, llegó a la presidencia y hete ahí que del comandante Marcos, del ejército zapatista y de Fox nunca más se supo nada. Primero hubo noticias de Camelia “La Texana”, pero de la vergüenza de Guanajuato, nada.
Y es que, en la madrugada del sexenio de Luis Echeverría Álvarez, se puso de moda la Reforma Agraria. Jamás los hacendados, terratenientes y acaparadores habían sudado la gota gorda. Sus groseras e insultantes extensiones fueron expropiadas o reducidas a los estándares agrícolas, según fuera temporal, riego o agostadero. El juicio de amparo se estructuró de tal manera que no procediera tan fácilmente en las demandas con motivo de afectaciones agrícolas y ganaderas.
Surgieron infinidad de bufetes jurídicos especializados en Derecho Agrario, muchos litigantes brincaban de la comodidad burocrática a las pingües ganancias por concepto de honorarios; tal y como sucedió en las administraciones de Salinas de Gortari, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, cuando el derecho fiscal sentó sus reales, pero a la inversa, puesto que a base de triquiñuelas legales desde el seno mismo de la Secretaría de Hacienda.
Pero volvamos al asunto que nos ocupa. Fueron fijadas las doce como hora concertada por las partes en conflicto para escuchar de los enviados de las oficinas centrales el veredicto que “reivindicaría a los hermanos indígenas, las tierras por las que tanto lucharon mano con mano los prohombres que forjaron nuestra patria. Los ideales villistas y zapatistas se materializarían con el documento, que signado por el primer mandatario de la nación traería paz, concordia y fraternidad a los habitantes de estos pueblos que en sus venas llevan la sabia, la sangre que abonaría el campo mexicano”.
Lamentablemente, para entonces, no había nacido Joaquín Sabina, pero nos dieron las diez, las once, las doce, la una, las dos y las tres, y de los agraristas ni sus luces. A estas alturas comprendimos que una vez más nos habían visto la cara.
Sin embargo, para no impacientarnos por la demora de los chilangos, empecé a caminar. A varios metros observé un compatriota, cuya espalda estaba depositada en una barda de metro y medio de altura. Para mayor confort tierna y candorosamente recargó su cabecita en la pared. Su mirada estaba perdida en el azul celeste del infinito, con la luminosa y ambarina luz matinal.
Me aproximé al cuerpo que en decúbito supino posaba en la tapia de unos veinticinco centímetros de ancho, suficientes para servir de cama al reposante. “¿Qué haces, hermano?”, le pregunté. “Aquí, descansando”. “En qué trabajas”. “No, yo no tengo tiempo de trabajar”. “Entonces, ¿qué haces?”. “¿Pos qué no me están mirando?”. Para esto, se acercó otro visitante, que luego supimos era profesor de la escuela primaria del lugar.
Le solicité si nos podía guiar para conocer más de los usos, costumbre, prácticas de los pobladores. Así conocimos sus rituales, creencias, autoridades, familia, educación, peregrinajes y peregrinaciones, de su trashumancia y nomadismo. Finalmente, nos desengañaron que no habría nada de resolución.