Un exgobernador con fama de ratero y vulgar ladrón
11/11/2023 - Hace 1 año en Durango EstadoUn exgobernador con fama de ratero y vulgar ladrón
Por: Gilberto Jiménez Carrillo
Cuentan los memoriosos que el entonces diputado federal Luis Cabrera, quien fuera secretario de Hacienda en el Gobierno de Venustiano Carranza, con fama de honesto, de fina ironía y mordacidad, subió a tribuna en plena sesión de la Cámara Baja del Congreso de la Unión y acusó a otro legislador federal de ser ratero. Que el supuesto ratero pidió la palabra por alusiones personales y, retadoramente, le contestó a Luis Cabrera: “¡Pruebas! ¡pruebas, presente pruebas de la acusación que me hace!”. Y que Cabrera subió nuevamente a la que alguna vez se llamara tribuna más alta del país para replicarle al aludido: “Diputado, lo estoy acusando de ladrón ¡no de pendejo!”. Ladrones, rateros, corruptos hay muchos en las actividades públicas, pero los pendejos, en cambio, son escasos.
Hace no mucho, el estado de Durango tuvo un gobernador que al principio del sexenio generó una sensación de incredulidad y desconfianza, y seis años después, al término de su mal Gobierno, la sensación se convirtió en afirmación, pues este exgobernador chiquito de estatura y de virtudes es catalogado por los ciudadanos que gobernó como un vulgar ladrón, un individuo sin escrúpulos, que le valió sombrilla que la historia lo juzgue como el más ratero e inepto de todos los políticos que han existido en Durango, y que no le importó que sus hijos y nietos arrastren por generaciones con la fama de pillo de su padre y abuelo.
El Diccionario de la Real Academia define el honor como gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas, la cual trasciende a las familias, personas y acciones mismas del que se las granjea. Por supuesto que esta definición el emulo de Ali Babá no la conoce. En Durango tuvimos un gobernador que se robó o desvió el dinero que le correspondía a la Universidad Juárez del Estado. Este mismo gobernador se quedó con los recursos que les correspondían a los municipios, los retuvo y se los gastó no sabemos en qué. La cultura tampoco escapó de sus fauces, pues en los chafas poéticos y literarios festivales Revueltas que se presentaron en su periodo, todo Durango se dio cuenta que los artistas cobraban una cantidad y los pagos eran por el doble. También se saqueó el Fondo Auxiliar del Tribunal de Justicia, ¿dónde quedaron los ahorros de los trabajadores del Poder Judicial? Solamente este exgobernador lo sabe, bueno, también lo sabe el cómplice, un exsecretario de Finanzas con apodo de mascota.
Con una voracidad inaudita, también se robaron las entradas a la feria, al Túnel de Minería, al Teleférico, bueno, hasta la venta de las semillas y el cobro de la entrada de los baños. Para los que piensan y están convencidos que antes honrado y raído que ladrón y bien vestido, que antes poco y honrado que mucho y robado y quien vive como Dios manda, alegre anda y que más vale vivir con honra que deshonrado vivir, debe sentirse muy feo que después de haber sido políticos los señalen de ladrones. Y es que este exgobernador no le deja otra opción a la gente común, a la de la calle, incluso a la mal pensada, no se diga la bien pensada, pues a los ladrones se les ve, porque el dinero no puede ocultarse, como el enamoramiento. Cuando alguien llama ladrón a un funcionario o gobernante y no lo es, este está en su derecho de recriminar o denunciar por difamación, pedirle que se retracten o exigir una reparación a los daños causados. Pero cuando varios miles de personas lo llaman ladrón, posiblemente sea el momento de pensar por qué. Hay un dicho que expresa que todos los políticos, de la filiación ideológica que fuesen, son coyotes de la misma loma. Desde luego que siempre habrá excepciones. La comparación del exgobernador sinvergüenza con este mamífero (Cannis Latrens), llamado también “Perro Labrador” es muy injusta, pues el coyote no es el depredador diabólico, ni ladrón que todo el mundo cree que es, en cambio, el que robó el dinero de los duranguenses se cuece aparte.
Qué bueno que Jaime Rodríguez, alias El Bronco, no se convirtió en presidente de México, pues en su campaña prometió que le iban a mochar las manos a los que robaran en el servicio público. De haber ganado este personaje, el exgobernador de Durango sería más manco que el manco de Celaya. Ahora que si este exgobernador considera que es totalmente inocente y el pueblo es un mal agradecido, lo invito a que se vaya a comprar un elote en paseo Constitución o a bolearse a la plaza, a ver cómo le va con los ciudadanos, a ver cuántos lo saludan, a ver cuántos lo voltean a ver con indiferencia y a ver cuántos se la mientan.
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