Por: Francisco Márquez Razo
Soy un paranoico al revés. Siempre sospecho que la gente está planeando algo para hacerme feliz. Salinger.
No cierro los ojos,
para quitarle luz a la claridad
o, llenar las sillas vacías.
No cierro los ojos,
para escuchar gatos
devorar palomas,
y temeroso estremecerme
con el brutal crujir de huesos,
satisfecho de asustar a la noche
con el espeluznante
maullido de sus lamentos,
plegarias de culpable satisfacción.
No cierro los ojos,
para ver llorar mis manos
obsequiando agudas espinas,
entender que lo luminoso
busca y anhela compañía
en cambio, la callada sombra
se basta a sí misma.
No cierro los ojos,
para cabalgar polillas,
domesticar lombrices,
danzar con aceleradas iguanas,
llamar a las hormigas; hermanas.
No cierro los ojos,
para mantenerme despierto
temeroso de militares,
crimen organizado y policía.
No cierro los ojos,
para encontrar compañía
o, reconciliarme con el aburrimiento,
no cierro los ojos
para descalificar política y político
o, mentarle la madre al sistema
que en este caso es lo mismo.
No cierro los ojos,
para convencer al universo
que sigo cuerdo
a pesar de los esfuerzos
de sector salud y gobierno.
No cierro los ojos,
para intentar ponerme en los zapatos
del preso, del enfermo, el desquiciado,
convencerme de mi inocencia
en este desastre ecológico.
No cierro los ojos,
para evadir la realidad,
estrés de estar vivo,
para consumir belleza
en el hielo de la luz
o, en el fuego de la sombra
para pedir, dar, entregar amor,
para seguir y seguir adelante
andando día con día, sin temor;
amigo mío; ¡No cierro los ojos!
¡No cierro los ojos!
Alacrán guerrero.