Desde que tenía ocho años, Daniela se dio cuenta que a pesar que era conocida como un niño por su cuerpo, desde que nació es el de una niña; estaba en un cuerpo equivocado.
«En la primaria yo decía, no la verdad no me siento a gusto con lo que yo soy, pero no me animaba a dar el paso porque mis papás eran muy homofóbicos; más machistas que homofóbicos», expresó.
Han pasado 16 años, ahora tiene 24, y comparte un poco sobre su historia como una mujer transexual en un estado donde las autoridades los invisibilizan, ya que Durango es uno de los 29 estados mexicanos que no tienen una Ley de Identidad de Género.
«En este país hay mucha transfobia porque muchas personas no están abiertas al tema», dice la joven, quien además de la teoría sobre la transfobia conoce la realidad por experiencia. Se ha enfrentado a ella de diversas formas, pero decide narrar la que ha sufrido en el aspecto laboral.
Al salir de la preparatoria, «necesitaba pagar mis estudios» pero cuando pedía trabajo, no encontraba. Dani relata que «cuando llenaba las solicitudes ponía mi nombre completo, que es de niño, veían la hoja y me decían ah caray no pues es que ahorita no tenemos vacantes».
Pero la transfobia está presente en todas las áreas, desde que las personas trans salen de casa, e incluso en su propio hogar. Algunos comentarios que pueden escuchar son «joto, que maricón; o sea vas pasando y te dicen ahí va el hombre, ahí va el joto, eso es lo más común».
El odio y la discriminación manifestados en cualquiera de sus formas daña a las personas trans, que en nuestro país son de los grupos más marginados, pero la invisibilización que generan las autoridades, al no reconocerlos con la identidad real, ha provocado contextos violentos. Por ejemplo, cuando logran tener un empleo.
Daniela obtuvo un empleo en una maquiladora, donde se ha enfrentado a comentarios de odio, letreros discriminatorios en el baño, entre otros.
Recuerda que «una vez estábamos ahí platicando todos, y yo les decía es que yo no me puedo meter al baño de los hombres porque soy una mujer trans». Este tipo de charlas se dieron varias veces hasta que acordaron respetar su ingreso al baño de mujeres, aunque los comentarios de odio continúan.
«A muchas compañeras les ha pasado eso, pero se han salido por lo mismo porque sí hay muchos ataques, y no les gusta estar soportando», dijo Daniela.
Ser una persona trans, en un lugar donde ni las personas ni las autoridades te respetan, no es fácil. Ser alguien que legalmente no existe, y luchar porque esa identidad, la que está acorde contigo, sea reconocida es una tarea que pocos aguantan.
Dani dice que, por ejemplo, las agresiones en su trabajo las soportó gracias a su filosofía de tomar solo los comentarios que le sirven.
«Soy una persona que los comentarios negativos conmigo no van; lo bueno que te sirve agárralo y lo que no déjalo ir,» se dice a si misma.
El proceso de transformación de esta joven duranguense inició en su adolescencia, en la zona rural, donde dice que a pesar de ser un pueblo, no sufrió discriminación, al menos no en la escuela, donde sus amigos y amigas la protegían.
«Ahí fue cuando empecé a cambiar, me dejé crecer el pelo, y así ya para tercero de secundaria me vi como una niña, y ahí en adelante. La preparatoria la terminé como una mujer trans», recordó.
Pero Dani se sincera y admite que no es fácil ser una persona trans, «porque desde que empiezas pasas por muchas cosas, igual no a todos nos toca la misma vida».
En un contexto donde se discrimina, se golpea e incluso se mata a las personas trans, considera que la Ley de Identidad de Género podría aminorar los efectos del odio hacia la diversidad sexual, por lo menos podrían acceder a derechos como elegir una profesión.
Es una de las cosas que desea desde que estaba en la primaria. «El trabajo que he querido, siempre me ha gustado ser por ejemplo marina, ser soldada, o policía». Un sueño que por la falta de documentación acorde a su identidad no ha podido lograr.
«Es algo que a mi me llama mucho la atención, pero por el cambio de identidad no puedo, porque o eres niña o eres niño», lamentó.
Dani conserva éste y otros sueños en espera que pronto se haga justicia y todas las personas sean reconocidas sin importar su sexo.
«No es una elección, o sea creo que se nace siendo una mujer en un cuerpo equivocado», dice la joven de cabello liso negro mientras frota sus manos.