En los últimos años, un creciente número de migrantes rusos, especialmente del colectivo LGBTI, han llegado a México buscando refugio ante la guerra y la represión en su país. La migración irregular desde Rusia ha aumentado drásticamente, con un crecimiento del 64% en comparación con el año anterior, según datos del Gobierno Mexicano.

En Tapachula, principal punto de entrada, Tajir, un ex miembro de las Fuerzas Especiales Rusas, ha manifestado su deseo de vivir en México para escapar del conflicto en Ucrania. Tajir enfatiza su intención de no ser parte del conflicto armado, indicando que preferiría regresar a Rusia una vez que la guerra termine. Después de varios meses en México, su sueño es establecerse como profesor de Física-Matemática y aprender español. Sin embargo, su solicitud de refugio ha sido rechazada por la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), lo que agrava su situación de incertidumbre.

Por otro lado, Casa Frida, un albergue que acoge a migrantes LGBTI, ha notado un aumento significativo en la llegada de usuarios rusos desde que comenzó la guerra en Ucrania en 2022. Según el consultor Cristian Andrade, la violencia y la opresión hacia el colectivo LGBTI en Rusia han forzado a muchos a escapar.

Anatoly, otro migrante ruso, llegó a México con la esperanza de un futuro mejor. Después de huir de San Petersburgo, él ahora trabaja como traductor voluntario y se ha integrado a la vida en la Ciudad de México, donde ha obtenido un visado de residente temporal. A pesar de que muchos rusos ven a Estados Unidos como la opción principal, muchos terminan en México, donde esperan conseguir una cita migratoria.

El relato de estos migrantes refleja la difícil realidad que enfrentan: buscar un hogar seguro mientras lidian con la barrera del idioma y la burocracia migratoria. En este contexto, la comunidad LGBTI ha experimentado un aumento en su visibilidad y necesidad de apoyo, destacando la urgencia de políticas más inclusivas y eficientes para atender sus necesidades.