Los 133 cardenales electores iniciaron oficialmente el cónclave en la Capilla Sixtina, con el propósito de elegir al nuevo pontífice de la Iglesia católica, sucesor del papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril. El proceso comenzó con una ceremonia cargada de simbolismo, tradición y llamados a la unidad frente a los desafíos actuales de la Iglesia.

Desde tempranas horas, los llamados “príncipes de la Iglesia” participaron en una misa en la Basílica de San Pedro, presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re. Durante la liturgia, conocida como Pro Eligendo Romano Pontifice, se hizo un fuerte llamado a la cohesión eclesial. Battista Re instó a mantener la unidad de la Iglesia ante lo que describió como un escenario “difícil, complejo y convulso” que deberá enfrentar el nuevo líder espiritual de más de 1,400 millones de católicos en el mundo.

Tras la eucaristía, los cardenales se dirigieron en procesión desde la Capilla Paulina hacia la Capilla Sixtina, entonando cánticos litúrgicos y rezando las Letanías de los Santos en latín, una plegaria tradicional que implora la guía divina antes de comenzar la elección papal. Una vez dentro del recinto, y siguiendo el protocolo establecido por la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, comenzó el solemne acto de juramentación.

Cardenales prestan juramento antes de encerrarse en el cónclave

El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano y uno de los principales candidatos mencionados para el papado, fue el encargado de leer en voz alta la fórmula del juramento, en nombre de todos los electores. Posteriormente, cada uno de los cardenales prestó juramento individualmente, colocando una mano sobre el libro de los Evangelios y pronunciando la fórmula tradicional: “Y yo (nombre), cardenal (apellido), prometo, me obligo y lo juro. Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”.

El juramento compromete a los purpurados a respetar estrictamente las normas del cónclave, mantener el secreto absoluto sobre el proceso de elección y defender la independencia de la Santa Sede frente a cualquier interferencia externa.

Luego de la ceremonia, se pronunció la fórmula “Extra omnes”, con la cual se ordena la salida de todas las personas no autorizadas, marcando el inicio del encierro de los cardenales en la Capilla Sixtina. A partir de ese momento, se encuentran aislados del exterior y comenzarán las rondas de votación hasta alcanzar una mayoría calificada que permita elegir al 267º pontífice de la Iglesia católica.

El día anterior, el 6 de mayo, se celebró la última reunión preparatoria del colegio cardenalicio, que culminó con la destrucción del anillo del pescador y el sello papal de Francisco, en uno de los últimos ritos formales de transición entre pontificados.

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