En la entrada del club de jazz La Gare, una antigua estación de ferrocarril en un distrito del norte de París, los clientes forman una fila físicamente distanciada para inscribirse en los conciertos de la noche.

Julien de Casabianca, el director del lugar, agrega sus nombres a una lista. «¿Cuál es tu relación?» él pide.

En Francia, donde la privacidad personal está celosamente protegida, los asistentes al concierto parecen sorprendidos, pero Casabianca insiste.

En una época de Coronavirus, los músicos no son los únicos solistas. Están tocando para invitados en solitario que toman su turno para entretenerse durante cinco minutos en el sótano del club. Parejas o parejas de familiares pueden mirar juntos. Todos los demás deben bajar por separado.

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Cada noche, tres artistas diferentes dan breves mini conciertos individuales en este club de jazz. A finales de este mes, habrá habido casi tres mil actuaciones de este tipo.

«Nos gusta fomentar una relación entre los músicos y el público aquí», dijo Casabianca.

“Incluso antes del coronavirus le pedimos a la gente que no hable durante los conciertos y que nunca les dé la espalda a los músicos. En la mayoría de los lugares, dicen que el cliente es el rey, bueno en La Gare no lo son. La musica es el rey. Y queremos que la gente le preste toda su atención ”.