“Un hombre de fe y de familia”, así definió María Elena Bergoglio a su hermano Jorge Mario tras su histórica elección como Papa en marzo de 2013. La menor de cinco hermanos, María Elena es hoy la única sobreviviente de la familia Bergoglio. Tiene 76 años y vive bajo el cuidado de religiosas.

Desde la renuncia de Benedicto XVI en febrero de 2013, el entonces arzobispo de Buenos Aires fue elegido como el nuevo pontífice: el Papa Francisco. Desde aquel momento crucial, el Papa nunca regresó a Argentina. Una decisión que aún genera controversia, desconcierto político y un fuerte impacto emocional en su familia.

Jorge Mario y María Elena compartían una relación entrañable, a pesar de los once años que los separaban. Su vínculo era profundo, íntimo y lleno de fe. La última vez que se vieron fue cuando Bergoglio viajó a Roma para el cónclave que terminaría por cambiar su vida y la de toda su familia.

La distancia los separó

Aunque la distancia geográfica los separó, los hermanos mantuvieron comunicación frecuente. Las llamadas y cartas mantuvieron viva una relación atravesada por la fe y el amor.

Sin embargo, la salud de María Elena se deterioró. Separada, con dos hijos, y con movilidad reducida, los médicos le prohibieron viajar debido al riesgo emocional y físico.

Aquel abrazo que tanto esperaban quedó suspendido. Año tras año, las esperanzas de un reencuentro se apagaban ante el avance de su delicado estado de salud. En 2019, el artista argentino Gustavo Massó llevó al Vaticano una escultura muy especial: una mano femenina que representaba a María Elena, con un mensaje grabado.

El Papa, visiblemente emocionado, acarició esa escultura como si estuviera tocando a su hermana. Fue el abrazo que nunca sucedió, pero que unió sus corazones. Actualmente, María Elena continúa su vida en Argentina. Sin haber podido despedirse en persona, aún se aferra a la fe que compartió toda la vida con Jorge.

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