En medio de los campos agrícolas al sur de Damasco se extiende una imagen desgarradora: montones de tierra desnuda y removida que podrían contener los cuerpos de decenas de miles de sirios asesinados bajo el régimen de Bashar Assad. Según las autoridades, esta fosa común podría ser la más grande de todas y se estima que pasarán años antes de lograr identificar a todas las víctimas.
El ex embajador estadounidense para asuntos de crímenes de guerra, Stephen Rapp, visitó recientemente el sitio cerca del pueblo de Najha, donde se cree que alguien podría haber enterrado a varios kilómetros de cuerpos. A pesar de que aún es demasiado pronto para excavar, se han encontrado fragmentos de huesos humanos, lo que ha conmocionado a la comunidad internacional. Rapp está trabajando en colaboración con diferentes organizaciones que buscan documentar fosas comunes e identificar a los responsables de estos crímenes de guerra.
La magnitud del horror: miles de desaparecidos
Testigos e imágenes satelitales han sido clave para rastrear y estimar el tamaño de estas fosas comunes que se formaron durante los años más oscuros de la guerra civil siria. La caída de Assad hace apenas 10 días ha dado la oportunidad de presenciar cerca la magnitud de la «maquinaria de muerte» que operaba en el país. Más de 150 mil sirios continúan desaparecidos, la mayoría de ellos se cree que fueron enterrados en fosas comunes en diferentes lugares del territorio sirio.
Los Cascos Blancos, un equipo sirio de búsqueda y rescate, están trabajando arduamente recopilando información sobre al menos 13 sitios de fosas comunes en todo el país. La tarea de documentar y tomar muestras de los cuerpos antes de identificar a las víctimas se presenta como un desafío titánico que llevará tiempo. El subdirector de los Cascos Blancos, Mounir al-Mustafa, ha expresado su preocupación por la magnitud de la tarea y la importancia de hacer un inventario detallado de los cuerpos no identificados en diferentes lugares.
El trabajo de identificación y la esperanza de justicia
La prioridad, según al-Mustafa, es recopilar muestras y códigos de los cadáveres para poder identificar a cada una de las personas que alguien enterró en las fosas comunes. El ex embajador Rapp ha visitado otro sitio sospechoso en al-Qutayfah, a 37 kilómetros al norte de la capital, donde planea discutir con las nuevas autoridades de transición la forma de asegurar y excavar estos sitios. La colaboración internacional se presenta como una pieza clave en este proceso de justicia y de reconocimiento de las víctimas de la guerra.
El lunes, residentes y equipos médicos iniciaron la excavación de una fosa común en el pueblo de Izraa, donde se descubrieron más de 30 cadáveres, con la posibilidad de que la cifra total ascienda a 70. Familiares de las víctimas han relatado historias desgarradoras de cómo torturaron y ejecutaron brutalmente a sus seres queridos antes de enterrarlos. Las nuevas autoridades en Damasco han habilitado una línea directa para que las personas puedan identificar las ubicaciones y prisiones secretas utilizadas por el régimen de Assad.
La liberación de miles de prisioneros por parte de insurgentes en diferentes ciudades ha dado un rayo de esperanza a los familiares, aunque el proceso de identificación de las fosas comunes aún podría tomar años.
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