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Mató a su novia con un hacha y se convirtió en el primer ejecutado en la silla eléctrica

09/08/2022 - Hace 2 años en Internacional

Mató a su novia con un hacha y se convirtió en el primer ejecutado en la silla eléctrica

En el mundo | 09/08/2022 - Hace 2 años
Mató a su novia con un hacha y se convirtió en el primer ejecutado en la silla eléctrica

Un hombre llevó a cabo un brutal asesinato, involucrando a su novia a quien mató con un hacha, sin embargo, no esperaba que eso lo convirtiera en el primer ejecutado en la silla eléctrica.

Se trata de William Kemmler, un hombre que se dedicaba a ser vendedor deambulante de verduras en los suburbios de Buffalo, Nueva York, no obstante sus vicios del alcohol lo llevarían a cometer un terrible acto, matando a su novia Matilda “Tillie” Ziegler, con un hacha y tras lo ocurrido, la silla eléctrica definiría el final de su destino.

Kemmler era un alcohólico, peligroso y violento cuando bebía y durante resacas.

Historia del asesinato

El 29 de marzo de 1888 fue un día de resaca para William, por lo que comenzó a discutir con su novia Matilda a quien acusó de querer robarle “sus miserias” para huir de ese infierno con un amigo de ambos.

Posteriormente, todo se calmó, a lo que Kremmler aprovechó para ir al granero y tomar un hacha.

Cuando Kemmler fue con calma a buscar su hacha, en Nueva York estaba en estudio un sistema de ejecución más “humano”, así, entre comillas, que la horca.

Luego, regresó a su casa y mató a Ziegler de veintisiete hachazos.

Tras cometer el crimen, se dirigió a la casa de su vecino para confesarle lo que había hecho.

Cuarenta días después, el 10 de mayo, fue declarado culpable y lo condenaron a muerte.

Primer ser humano en ser ejecutado en la silla eléctrica 

Kremmler iba a convertirse en el primer ser humano en ser ajusticiado en un artefacto diseñado para matar sin dolor: la silla eléctrica.

En ese entonces, el método de justicia de muerte en Estados Unidos era la horca. También fue un procedimiento que garantizaba una muerte indolora.

Colgar a alguien para matarlo requiere de especificaciones técnicas que a finales del siglo XIX ni siquiera se tenían en cuenta: resistencia de la soga, peso del condenado, sitio exacto del cuello donde colocar el nudo, todo destinado a matar por rotura de cuello y no por asfixia.

Condenando a muerte 

En 1889, Kemmler fue condenado a muerte, por lo que entró en vigencia en Nueva York la Ley de Ejecución Eléctrica: la primera de su tipo en el mundo.

Por lo que le pidieron a Edwin R. Davis, electricista de la prisión de Auburn, capital del Estado, que diseñara una silla eléctrica.

El electricista diseño una silla de material aislante, equipada con dos electrodos metálicos unidos con una goma y cubiertos por una esponja húmeda, la humedad favorece la circulación de la electricidad.

Los electrodos debían aplicarse uno en la cabeza y otro en la espalda del condenado.

Por lo que ahora William tenía ahora dos opciones para elegir: horca o electrocución.

Por medio de una conferencia de prensa días anteriores a su muerte comentó: Soy un criminal y debo morir. Muy bien. Pero no en la horca: en esa silla que han inventado, más moderna.

La ejecución en la silla eléctrica sale mal 

El 6 de agosto de 1890, sentaron a Kremmler en la silla eléctrica de Davis.

Lo amarraron, le colocaron los electrodos y le aplicaron entre 700 y 1000 voltios durante diecisiete segundos. No obstante, el generador falló.

Testigos relataron oler a carne quemada, pero William estaba lejos de estar muerto, pues se encontraba quemado, pero tuvo que esperar entre gemidos de dolor y una ausencia de inconsciencia que no estaba en los manuales.

Se suponía que lo primero que provocaba el shock eléctrico era la pérdida de conciencia del condenado.

Sin embargo, cuando se recargó el generador, le aplicaron a Kemmler un segundo shock eléctrico de entre 1030 y 2000 voltios durante dos minutos.

Por lo que ahora sí terminó con su vida. No obstante, la imagen de lo ocurrido era fatal.

Pues le salía humo de la cabeza al quitarle las amarras.

La autopsia reveló que el electrodo de la espalda había quemado la columna vertebral del asesino.

Por último, un testigo de renombre identificado como George Westinghouse, comentó de manera irónica que “habría sido mejor que hubiesen usado un hacha”. Estaba enfrascado en una disputa eléctrica que en cierto modo fue la que apadrinó la silla.

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