“No voy a morir. Las chamanas no morimos, trascendemos… a la vida no le debo ni me debe nada; estamos bien”, afirmaba Chavela Vargas, conocida como La Chamana. Para ella, su único amor había sido Frida Kahlo y su gran amigo José Alfredo Jiménez, mientras que su mayor motivación era la libertad.

Chavela es una figura cultural icónica en México y un símbolo para la comunidad LGBTQ+, especialmente para quienes celebran su autenticidad. Regresó a la Plaza Garibaldi, un lugar emblemático que formó parte de su vida, donde ahora se erige una escultura en su honor.

La escultura, realizada por Alfredo López Casanova, mide 2.10 metros y captura a Chavela en la plenitud de su carrera, con los brazos abiertos, un jorongo rojo y botines, simbolizando su espíritu libre. La frase «Les dejo de herencia mi libertad» está inscrita en la obra, reflejando su legado.

El monumento se sitúa junto a los de otros grandes de la música, como Javier Solís y Juan Gabriel, quienes, junto a Chavela, dejaron una huella imborrable en Garibaldi, un referente para los amantes del mariachi y la bohemia.

La voz de Chavela representaba la libertad y su legado sigue presente. María Cortina, autora de la iniciativa de la estatua, recordó cómo en un concierto en el Zócalo en el 2000, su grito unió a generaciones. En la ceremonia de inauguración, Cortina agradeció la presencia de figuras importantes, como Elena Poniatowska.

Chavela, quien vivió intensamente y desafió las normas de su tiempo, nunca ocultó su identidad. Celebrada en escenarios internacionales, regresó a la Plaza Garibaldi, donde la música y la cultura popular fluyen. A pesar de su historia de lucha, dejó un legado de autenticidad y libertad que perdurará en el corazón de quienes la amaron.