Cuál es tu escudo
Todos, sin distinción de clases, de ideas, de religión y hasta de color, tenemos y padecemos nuestros problemas. Quién puede decir “soy totalmente feliz”. Quién no guarda un fracaso, un amor perdido, una desilusión, metas no logradas.
Muchos se escudan en “sonrisas” dibujadas y permanentes, muchos se escudan en el alcohol, la droga, el sexo, muchos en su religión, en su iglesia, en su templo y muchos solo dejan a la luz de los demás sus penas. ¿Cuál es tu escudo?
Cualquiera puede ser, no importa cuál, lo único que debe importarte es si realmente te sirve. En realidad, debes preguntarte, si te ayuda a crecer, a superarte, a avanzar. Cualquiera sea tu pena debes ser más fuerte, debes mirar hacia delante, debes caminar.
Siempre ponte metas, pequeñas y grandes y lucha siempre por conseguirlas. No declines, no te des por vencido, ni aún vencido. Llegar al éxito es solo superar todos los obstáculos; fracasar, es solo abandonar ante las dificultades. Siempre encontrarás piedras en tu camino y también encontrarás a quienes te las ponen, solo quítalas del medio, apártalos y continúa. No mires nunca para atrás. Solo recuerda el pasado para superarte, para no cometer los mismos errores, para aprender de ellos. Acepta el consejo, pero o dudes en realizar tus sueños. Nadie, nadie mejor que tu sabe cuál es tu meta. Nadie puede pensar por ti, ni entenderte, ni saber hacia donde vas.
Si tu escudo solo te sirve temporalmente, no te aferres a ello.
Todos nacemos de la misma forma y todos morimos y nos convertimos en lo mismo, no hay diferencia. La diferencia la hace la actitud de cómo enfrentamos a nuestros problemas. Por más profundo que sea tu pozo, debes saber que es solo un pozo; si estás en el fondo, debes preocuparte por ir escalando sus paredes hasta ver nuevamente la luz. Si no llegaste al fondo, solo debes luchar por no caer, ganarás tiempo, ganarás vida.
Lucha, siempre lucha, en los momentos más difíciles es cuando más tranquilo debes estar. Solo piensa que ya antes otros lo han superado y que ahora es tu turno. Solo Dios dice cuando te bajas de la “calesita” de la vida. Él es el único que maneja la sortija de la felicidad y es el único que sabe cuando dejará que entre en tu dedo. Solo debes estar muy atento a sus movimientos, cuánto más cerca, más posibilidades; si te alejas, tu brazo nunca logrará alcanzarla, desde el fondo del pozo no podrás, ni siquiera verla.