¡En vida!
Su sonrisa no se desvaneció jamás, incluso, pude verla en su último suspiro, la traía impresa en esas hendiduras que recorrían cada comisuras de sus labios hasta su frente bañada de recuerdos…
Reflejaba su enorme amor a la vida, cada surco le había enseñado mucho.
Pablo salió del cuarto de su madre diciendo con ojos sollozantes estas palabras… Nadie lo oyó porque él y su madre estaban solos.
Sus tres hermanos se hallaban como siempre, sumergidos en sus ocupaciones desde hacía mucho tiempo y hasta hoy había sido imposible ocuparse de aquella viejita de cabeza blanca y rostro complaciente que cuando se le pedía, sin duda ahí estaba dispuesta y disponible por si algún día llamaban por teléfono; mas por supuesto eso no sucedió.
Fue Pablo quien tomó el teléfono e informó a sus hermanos que su mamá había muerto. Ellos entonces sintieron un enorme vacío indescriptible… Sabían que esa mujer había sido el comienzo, el puntual, el ejemplo, el camino, aquello no podía ser posible, pues ella era su madre y no podía darse el lujo de morir…Sin embargo, lo hizo.
Cuando se fue, lloraron en su tumba, lo hicieron amargamente los hijos… Que deseaban tenerla nuevamente para demostrarle ahora sí su cariño. La habían perdido.
Pablo se había preocupado por acompañar en vida a su viejita cada minuto de su vida.
Quizás por ello era que Pablo reflejaba en su rostro una gran paz, tanta, que sus hermanos no podían entenderlo.
¿Qué acaso no la querías?
¿Qué acaso no te importa que haya muerto? –Le reprocharon todos sus hermanos.
El no les contestó.
Traía en su mente un solo pensamiento que lo tenía ocupado.
Yo pude estar con ella en su último suspiro. Sabía que a diferencia de ellos, había tenido la dicha de darle en vida lo que ellos le ofrecían ahora que había muerto.
Además, sabía que ella en su último aliento, le regaló su fortaleza y su amor al vida y sobre todo, su hermosa, de verdad… Hermosa sonrisa.