En los últimos años, el crecimiento de mujeres corredoras ha sido impresionante a nivel mundial. Hace algunas décadas éramos menos del 20% de las participantes en las carreras, hoy somos más del 55%. Más allá de sus beneficios físicos evidentes, el running es una herramienta poderosa para mejorar la salud mental.
Yo llevo más de 30 años corriendo y puedo decir que correr me ha dado mucho más que salud física; me ha enseñado sobre resistencia, paciencia, autocuidado y amor propio. Incluso, me ha dado enseñanzas que aplico a mi emprendimiento.
Desde el punto de vista físico, correr fortalece el sistema cardiovascular, tonifica músculos y contribuye a mantener un peso saludable. Además, ayuda a prevenir enfermedades como la diabetes tipo 2, la hipertensión y la osteoporosis, padecimientos que suelen afectar a las mujeres en mayor proporción a medida que envejecemos. Pero lo que más destaca es cómo correr mejora la calidad de vida al aumentar la energía diaria y la agilidad. En mi caso, soy del club 5 am, corro a esa hora porque me da energía todo el día.
Pero quizá el mayor impacto de correr está en nuestra salud mental. Hoy las mujeres enfrentamos altos niveles de estrés debido a la multiplicidad de roles que asumimos, pocas veces tenemos tiempo para nosotras mismas. Aquí es donde correr actúa como un espacio de libertad, un tiempo sagrado donde el único objetivo es cuidarnos a nosotras mismas y aunque parezca ilógico, descansar. Estudios han demostrado que correr reduce el riesgo de padecer ansiedad y depresión, y también ayuda a regular el sueño, lo cual es esencial para mantener un buen estado de ánimo y una mente clara.
Correr también incrementa la liberación de endorfinas, las “hormonas de la felicidad”, lo que ayuda a contrarrestar los efectos negativos del estrés y la fatiga. Para mí, no hay mejor sensación que la satisfacción después de un bien entrenamiento, esa mezcla de cansancio físico y paz mental que parece ordenar los pensamientos y disolver las preocupaciones. Cada respiración nos conecta con el momento presente.
Finalmente, creo que correr empodera. Nos enfrenta con nuestras propias limitaciones, pero también con nuestra capacidad de superarlas. A través del running, muchas mujeres descubren que son más fuertes de lo que pensaban y que esa fortaleza no es solo física, sino emocional. El impacto en nuestra autoestima es innegable: superar retos, lograr metas, y sentirnos dueñas de nuestro cuerpo es una experiencia que transforma.
Correr es mucho más que un ejercicio; es un refugio y una herramienta de autoconocimiento. Nos da la oportunidad de desconectarnos del caos y reconectarnos con nosotras mismas. Estamos hechas para correr aunque creamos que no, nos volvemos más fuertes.