A pesar de que se sabe poco sobre el verdadero inicio del Tarot, muchos autores apuntan a Asia como su cuna, sugiriendo que podría haber nacido en China o India. Sin embargo, nuevas investigaciones indican que el origen podría no ser asiático, lo que abre un panorama más amplio sobre su origen.
Recientemente, estudios han vinculado la creación del Tarot a Egipto, luego de que se encontrara una baraja en el Palacio Topkapi de Estambul. Este hallazgo podría tener sentido, ya que existen registros que indican que en Italia, hacia 1370, se comenzaron a usar estas cartas como parte de un juego, lo que llevó a la Iglesia Católica a intentar prohibirlas en varias ciudades de Europa.
A raíz de esta controversia, muchas personas comenzaron a crear sus propias barajas, diseñando cartas a mano con estilos variados, desde los más delicados hasta los más oscuros y llenos de simbolismo sobrenatural. Durante el Renacimiento, el Tarot se popularizó en Europa, y fue en Francia donde el juego se conoció definitivamente como «Tarot».
Aunque hoy en día el Tarot se utiliza para predecir el futuro, durante los primeros 200 años de su existencia solo se trataba de un juego social utilizado por personas de todas las clases. Fue hasta finales del siglo XVIII, impulsado por el interés por la cultura egipcia tras las conquistas de Napoleón, que el Tarot empezó a asociarse con lo esotérico. El escritor Antoine Court de Gébelin, por ejemplo, afirmó que el Tarot provenía de un antiguo sacerdocio egipcio.
En la antigüedad, el Tarot también se utilizaba con fines espirituales, como contactar a los muertos, especialmente después de la Primera Guerra Mundial. En los años 70, los hippies lo adoptaron como herramienta de autosanación, buscando paz y esperanza tras los traumas de la Guerra Fría. Actualmente, muchas personas recurren al Tarot como una fuente de calma ante el estrés y las dificultades de la vida moderna, demostrando cómo ha evolucionado y adaptado a las necesidades culturales de cada época.