En el paisaje sereno de Temacapulín, Jalisco, la historia de resistencia y preservación comunitaria se entrelaza con una de las obras hidráulicas más controversiales de México: la Presa El Zapotillo. Aunque su inauguración es un hito técnico, el verdadero legado de este proyecto reside en las voces de los habitantes que, durante años, lucharon por la supervivencia de sus hogares.
En 2009, hace 16 años, cuando se iniciaron las obras de la presa, pocos podían prever el impacto social que tendría en las pequeñas comunidades de Acasico, Palmarejo y Temacapulín. Con un proyecto que originalmente preveía una cortina de 105 metros de altura, las localidades estaban en riesgo de desaparecer bajo el agua. Sin embargo, los pobladores no se resignaron. Con amparos legales y una férrea defensa de su territorio, frenaron las obras en 2014, logrando que el proyecto se detuviera.
Fue en 2021 cuando se alcanzó un acuerdo. La cortina de la presa sería limitada a 80 metros, lo que evitó la inundación de las tres comunidades. Aunque la obra continuó, la lucha de los habitantes quedó marcada como un símbolo de resistencia.
Hoy, la Presa El Zapotillo es un hecho, pero también lo es la supervivencia de los pueblos que estaban en peligro. Para Temacapulín, la inauguración de la presa no solo es el fin de un capítulo de incertidumbre, sino también un recordatorio de que las comunidades pequeñas tienen voz y pueden influir en el rumbo de las decisiones gubernamentales. A finales de julio se informó que la presa está al 102% de su capacidad.