La familia Gómez Bahena, originaria de Taxco, Guerrero, ha sido marcada por una serie de desapariciones que han causado un profundo dolor y desesperación. La tragedia comenzó en marzo de 2013, cuando Catalina Gómez Bahena, de 38 años, y su hermano Arturo Jovany, de 24, desaparecieron tras ser secuestrados por un grupo delincuencial. Después de 23 días de incertidumbre, sus cuerpos fueron encontrados semienterrados en Iguala, con señales evidentes de tortura y asesinato.
La situación se complicó aún más en 2015, cuando Azucena Gómez Bahena, quien había estado investigando la desaparición de sus hermanos, también desapareció. Según testimonios, Azucena recibió amenazas antes de su desaparición, y su último contacto fue con un hombre vinculado a la delincuencia organizada. A pesar de las denuncias, las autoridades mostraron reticencia en iniciar investigaciones adecuadas, dejando a la familia en un estado de angustia y vulnerabilidad.
La devastación continuó en 2018, cuando Reyna Isabel Martínez Bahena, hija de Azucena, también se esfumó. Con solo 18 años, Reyna había estado buscando a su madre durante años. Su desaparición ocurrió después de que dejó un hospital donde cuidaba a un familiar. Las circunstancias que rodean su caso reflejan un patrón alarmante de violencia asociada con el crimen organizado, específicamente el grupo Guerreros Unidos, que controla la región.
Los Gómez Bahena han hecho un llamado desesperado a las autoridades y a organizaciones civiles para que se tomen en serio sus denuncias y se realicen esfuerzos reales para localizar a sus seres queridos. La familia, compuesta por artesanos dedicados a la platería, ha visto cómo la delincuencia ha arrasado con su paz y felicidad, dejando un legado de sufrimiento y búsqueda por justicia que aún permanece sin respuesta.