Terminas infeliz cuando pones a los demás antes que a ti mismo. Cuando te olvidas de ponerte primero. Cuando valoras a todos menos a ti. Cuando intentas hacer felices a todos. Olvidando que tú también necesitas ser feliz.
Terminamos en relaciones poco saludables con nosotros mismos y con los demás, principalmente porque esperamos que los demás piensen como nosotros. Y no lo hacen. Y no puedes esperar que lo hagan.
Ahí es donde nos equivocamos.
Pasamos por la vida complaciendo a la gente. Queremos ser aceptados. Gustado universalmente. Pero olvídate de eso. Asegúrate de gustarte a ti mismo. Ese es el número uno. Siempre.
Porque cuando te olvidas de ti mismo y dejas de ponerte primero, empezamos a perdernos. Pensamos más en los demás que en nosotros mismos. Y esa es una manera de perderse a uno mismo.
Para perder su confianza. Preguntarnos constantemente si estamos complaciendo a los demás. Si estamos haciendo todo lo que podemos. Si a otros les gusta o están de acuerdo con nosotros. Preocúpate más si te gusta la persona que eres. El resto vendrá naturalmente.
Cuando te gustas a ti mismo, los demás se sentirán atraídos por ti. Te preocuparás menos por cómo se sienten y cómo piensan. Cuando eres feliz en tu piel, en realidad te importa menos. Porque sabes quién eres. Y si a alguien no le gustas o no está de acuerdo contigo, bueno, eso es culpa de ellos.
La vida es tan corta. Pasamos por tantos altibajos. Está bien sentirse inseguro de hacia dónde se dirige a veces. Pero pase lo que pase, cree en ti mismo. Ten confianza en ti mismo y en quién eres. Saber su valor. Conozca sus puntos fuertes. Sigue adelante.
Es cuando sucumbimos a la presión de los demás. Cuando dejamos que la duda gane, nos volvemos infelices. Dejamos que las expectativas gobiernen nuestras vidas. Cuando a veces solo te derriban. Terminas infeliz cuando dejas que otros dicten quién eres. No dejes que ganen.