Cretora Biggerstaff, una mujer de 106 años, vive una situación poco común cada vez que viaja en avión. A pesar de su avanzada edad, su energía y vitalidad provocan que los agentes de seguridad de los aeropuertos duden de su afirmación. Este escepticismo se traduce en rigurosos controles de seguridad que Biggerstaff considera innecesarios y molestos.

Una vida activa y enérgica

Biggerstaff destaca por caminar sin ayuda y mantener una mente alerta, lo que desafía las expectativas que muchos tienen sobre las personas de su edad. En una entrevista reciente, expresó su frustración por las presunciones que los agentes hacen respecto a su capacidad física y mental.

"Me gustaría convencer a las aerolíneas que no soy una vieja estúpida que no sabe si va o viene", declaró con firmeza.

Viajes anuales que se tornan en martirio

Desde su hogar en Houston, Texas, hasta Gainesville, Florida, Cretora realiza dos viajes al año acompañada de su hija. Lo que debería ser una experiencia placentera se convierte en un reto debido a los controles de seguridad exhaustivos que enfrenta. Según relató, estos procedimientos están motivados por el hecho de que camina con agilidad y conserva una notable energía.

La lucha contra los estereotipos

Biggerstaff denuncia que las expectativas preconcebidas sobre las personas mayores dificultan su experiencia de viaje.

"Creen que alguien de mi edad debería estar en una silla de ruedas y babeando", lamentó. Para ella, el tratamiento que recibe es un reflejo de cómo la sociedad subestima a los ancianos, encasillándolos en clichés injustos.

La experiencia de Cretora Biggerstaff es un recordatorio de la importancia de desafiar los estereotipos y reconocer la diversidad de capacidades entre las personas, independientemente de su edad.

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