A Propósito de Mario Molina
Por: Luis Alberto J. López Chávez
Para todos aquellos que cursamos la educación básica en los años 90, Mario Molina fue un fenómeno, un ejemplo a seguir y el principal punto de referencia de nuestros maestros hacia nosotros, como ejemplo de esfuerzo, superación y éxito, fue el primer y único mexicano con un Premio Nobel de química.
A diferencia de Octavio Paz y Alfonso García Robles, destacadísimos premios Nobel y genios en su materia y de su época, Mario Molina resalta en otro tipo de genialidad, la científica, la académica, la de la investigación. Su formación inició en México, pero su consolidación como académico e investigador se materializa en el extranjero. Fue docente regular de prestigiosas universidades, y una de las voces más respetadas a nivel mundial en lo que a cambio climático se refiere.
La investigación que lo llevo ganar ese prestigiado premio fue la base que contribuyó al inicio de un cambio en la conciencia colectiva a nivel mundial sobre el daño causado al planeta por el consumismo y las posibles consecuencias a negativas a raíz del cambio climático. A inicios de la década del 2000 fue el principal promotor del fondo para el cambio climático instituido en México en 2010.
A propósito de su vida y de su muerte viene a colación el tema de los 109 fideicomisos aprobados para su desaparición por la Cámara de Diputados, entre ellos, el fondo para el cambio climático, seguramente, Mario Molina pudo enterarse de la noticia antes de su muerte, seguramente, se decepcionó.
De los 109 fideicomisos que desaparecen, más de la mitad estaban destinados directa o indirectamente al desarrollo de la ciencia y la tecnología, muchos servían para que cada año miles de estudiantes que cursaban un posgrado de calidad, tuvieran la oportunidad de realizar estancias en el extranjero para posteriormente regresar a reportar sus hallazgos y contribuir al desarrollo tecnológico en sus regiones de influencia a lo largo del país.
Se dice que el apoyo a la comunidad científica va a continuar de manera directa y no mediante fideicomisos, la decisión es cuestionable, ya que la naturaleza es garantizar precisamente que los recursos se canalicen de manera correcta y para los fines determinados, la libre disposición y el apoyo a discreción sumergen en un halo de opacidad e incertidumbre a quienes por medio de la investigación intentan mejorar su entorno como lo hizo Molina.
El apoyo hacia la comunidad científica y al desarrollo tecnológico nunca ha sido suficiente, en ese aspecto, México sigue en ciernes; con la desaparición de estos fideicomisos se da un paso atrás en el camino a un país menos dependiente, más desarrollado, más sostenible. A pesar de que existen mentes brillantes y con creatividad sin límites a veces las condiciones no se dan y el apoyo no alcanza, Mario Molina lo sabía por eso tuvo que desarrollar su trabajo de vida en el extranjero, por eso siempre demandó más recursos destinados a la ciencia y a la tecnología.
Twitter: @luislopezdgo