Por: Juan Alberto Esquivel

Con sus instituciones, dijo en un momento de sus muchos años de campaña política y ahora que está encumbrado, pretende tenerlas bajo su control y aquellas que no se dejan someter, busca desaparecerlas y, además, en esta época electoral vemos como viola la Ley, sin ningún rubor y cometiendo los actos que cuando era candidato le provocaban rabietas.

Pero, ¿qué son las instituciones? ¿para que sirven las leyes?
Los estudiosos del tema nos dicen que las instituciones son sistemas sociales creados al amparo de la ley que procuran ordenar y normalizar el comportamiento de una sociedad. Por lo tanto, van más allá de las voluntades individuales, al identificarse con un propósito considerado como un bien social.

Esto es, son construcciones de la sociedad nacional para limitar las arbitrariedades de sus gobernantes.
¿Y qué son las leyes? Quienes conocen del tema las definen como las reglas o normas jurídicas de carácter obligatorio, establecidas por una autoridad superior para regular, de acuerdo con la justicia, algún aspecto de las relaciones sociales y lograr una convivencia armoniosa dentro de una sociedad.

Luego de repasar estos conceptos básicos, que todo ciudadano debe manejar, entendemos porqué alguien que cree que gobernar es imponer su voluntad sin más limitación que sus muy personales caprichos e intereses o los de sus secuaces, se enfrente a las instituciones que la sociedad nacional estableció, precisamente, para limitar los excesos gubernamentales o que desacate las leyes que lo rigen.

Pero todo tiene consecuencias y si el ciudadano más obligado a respetar las leyes, no lo hace, válido por el poder político que le otorga la chamba por la que porfió por más de 20 años, es fácil entender que el crimen organizado, respaldado por la fuerza de sus armas, actúe cada vez con más impunidad.

Cierto es, hay que reconocer -y hasta agradecerle- que desnudó al régimen presidencialista, bajo el mandato priista, que controló la vida política y que degeneró en la gigantesca corrupción que el señor López denuncia pero que, en la práctica, poco combate, salvo cuando se trata de sus opositores políticos, pues está rodeado de políticos de sexenios anteriores y, por tanto, muy involucrados en lo que ahora vituperan pero que él los ostenta como limpios «defensores del pueblo».

También es de reconocer que continuó, según su muy particular criterio, con las políticas asistencialistas que se instituyeron durante la época priista y con la misma intención: comprometer el voto, como nos lo restriegan en sus promocionales electorales pero, al menos, durante el priato había institucionalidad y, ahora, con esos «apoyos sociales» parece que el señor López busca el culto a su personalidad, pues los presume no como acto de gobierno sino como decisión personal.

En síntesis, parece que nuestra naciente democracia está seriamente amenazada por quien tiene palabras seductoras pero que, en sus actos, las desmiente.

Por eso es importante votar no para fortalecer a los partidos que anteriormente contribuyeron a la corrupción imperante, sino para construir un Poder Legislativo con capacidad de frenar los caprichos del actual residente del Palacio Nacional.

¿O tú que opinas, paciente lector?

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