Por: Eduardo Serrano

Una auténtica “minita” se ha cerrado para los que hicieron negocio desde que fue tomada la caseta Garabitos de la supercarretera Durango-Mazatlán. Sus “dueños”, es decir, los ejidatarios de Otinapa, 16 de Septiembre, Máximo García, Lázaro Cárdenas y Arroyo Seco, demandaron “justamente” el pago de sus tierras afectadas por la construcción de esta importante rúa,  pero lo hicieron a través de medidas “injustas”, eso sí, muy bien retribuidas por los usuarios. “Haiga sido como haiga sido”, este capítulo en la historia de Durango se ha cerrado, dejando en el Ambiente Político un mal sabor de boca, pues la caseta de la discordia representó para los manifestantes una verdadera fortuna, en la que basta con echarle “números” para entender que junto con los millones de automovilistas que por ahí cruzaron, también se quedaron varios millones de pesos.

Según Caminos y Puentes Federales (Capufe), tres mil vehículos, en temporada normal, cruzan a diario la dichosa caseta, mientras que en temporada vacacional, el flujo vehicular se eleva a siete mil quinientos. Repito, fue Capufe la instancia que dio las cifras, no fue una ocurrencia de algún matemático. De tal forma que en 20 meses -para sacar números redondos-, con cinco periodos vacacionales, de 15 días cada uno, circularon aproximadamente dos millones 312 mil 500 automovilistas, mismos que dieron “voluntariamente” a los manifestantes una cuota de 50 pesos ¡Agárrese!, la “pironcha” acumulada como resultado de una simple multiplicación, es una fortuna; ronda por el orden de los 115 millones 625 mil pesos, es decir, casi el doble de la cantidad demandada por los ejidatarios. 

Esa “caseta de la fortuna”, no sólo ha dado una mala imagen, sino que ha sido símbolo de anarquía, como bien lo señaló el presidente Andrés Manuel López Obrador en su pasada visita a Durango, donde dio a conocer que tras las gestiones del gobernador José Aispuro Torres, quedaría finiquitado de una vez por todas el adeudo de los 60.6 millones de pesos a los ejidatarios. Efectivamente, así fue. Las más de 800 familias agrupadas en los mencionados ejidos obtendrán el pago de sus tierras y renunciarán al pago de los usuarios, quienes a lo largo de casi dos años nos cooperamos para que no faltara el sustento para esas familias, y de paso, una mesita de billar por aquí; el dominó por acá; una musiquita pegajosa los fines de semana y por supuesto, un buen menudito los domingos. Desde luego, sin que en la “coperacha” fuera incluido el seguro del viajero, mismo que usted no me dejará mentir, es indispensable en una carretera de esta naturaleza.

Para Capufe, que por cierto no son unas peritas en dulce, puesto que tienen en condiciones deplorables los baños de por lo menos la caseta Coscomate, la más “carota” de esta supercarretera, -y ni qué decir de los mantenimientos indispensables a la cinta asfáltica-, también hubo un daño económico evidente, que según su encargado, Alberto Godoy, al corte del mes de mayo se estimaba por el orden de los 94 millones de pesos, en efecto otra fortuna, que se le suma a los saldos que arrojó esa situación por la que han atravesado los ejidatarios, quienes también, hay que decirlo, demandaban el pago de sus tierras desde hace 14 años. Por lo tanto, eso implica una reflexión más detallada que abarca a las dos anteriores administraciones estatales, sin embargo, quedará para la historia este episodio en el que una caseta de la fortuna, vio pasar millones de personas y millones de pesos en una demanda justa… con medidas injustas.