ANÁLISIS DE ALTURA… Son mis principios, pero si no les gustan, los cambió
06/01/2021 - Hace 4 años en MéxicoANÁLISIS DE ALTURA… Son mis principios, pero si no les gustan, los cambió
Por: Eduardo Ortega Solano
En 1873, en un periódico de Nueva Zelanda, se publicó un apotegma, repudiado actualmente por la voz de la clase política, pero realmente bien acogido en la práctica: «Estos son mis principios, pero si no les gustan, yo los cambio». Tiempo después la autoría de esta sentencia fue atribuida al actor Groucho Marx con una ligera variante: «Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros». Esta es una frase “ad hoc” para justificar los cambios de colores que se están dando entre jóvenes políticos, y algunos ya no tan jóvenes; cómo es el caso de un novel dirigente partidista que después de 40 años de militar en un instituto político, se dio cuenta que toda la vida ha estado equivocado y decide migrar para así por fin tomar el buen camino.
Las justificaciones para el abandono del terruño, son variopintas, se ha argumentado desde injustos acuerdos cupulares, también discriminación por ser muy jóvenes, pero también por ser muy viejos, de la misma manera por ser mujer, pero ante un feminismo exacerbado el problema es ser hombre; asimismo, afirmar que ahora son un partido corrupto y ya no son una opción, o simplemente que se terminó su ciclo, etc., el límite de los sofismas es la imaginación. La verdad es que casi siempre los políticos que abandonan su partido, se deben a que no lograron sus aspiraciones, no pocas veces una candidatura, y si se trata de una plurinominal mejor, pero esto también se ocasionó por la debacle que sufrieron los partidos tradicionales, dejando en la orfandad a una parte importante de sus huestes.
El cambio de filiación política, ocasiona que los migrantes sean tachados por sus antiguos correligionarios como: malagradecidos, oportunistas, traidores, entre algunos calificativos más, pero siempre agregando a su comentario una frase políticamente correcta: “Es una decisión desafortunada que respeto, pero no comparto ya que…”
Los mismos partidos políticos han modificado de una forma radical su pensar y actuar. Por ejemplo: el PRI actual, nada tiene que ver con la línea de izquierda que le marcó su fundador Plutarco Elías Calles, en los tiempos del PNR, o del centro izquierda del PRN de Lázaro Cárdenas, se definen como un partido de centro derecha, me parece más de derecha que de centro, hoy son tan parecidos a su histórico rival el Partido Acción Nacional, quien por cierto de este afirmaban algunos de sus fundadores que su razón de ser era frenar el “régimen comunista” de Lázaro Cárdenas, mientras otros decían que se trataba de una institución defensora de las libertades ciudadanas, frente al autoritarismo del Estado posrevolucionario, hoy su origen es lo de menos, lo que es innegable es que actualmente el PAN dejo de ser un partido ortodoxo, para ser totalmente pragmático. El PRD es un partido dúctil, “juega mal, pero se coloca bien”, lo único que le queda es el membrete, que le ha servido para continuar con las “alianzas de subsistencia” iniciadas por su expresidente Agustín Basave, que al final renunció a este partido al decir que “se perdió la esperanza de redención” en la práctica el partido del Sol Azteca, es totalmente antípoda a la vocación de izquierda que presume.
Más en Morena que en algún otro instituto, es imposible encontrar algún impoluto, alguien que no haya sido manchado con alguna filiación partidista, el mismo AMLO militó en el PRI y PRD antes de hacerlo en Morena, pero también a abanderado la causa del PT y MC. Hoy los partidos han dejado de ser alusión a la forma en que van a gobernar o legislar sus militantes, ideología, estatutos o plataformas no son referentes de nada. Es momento de decidir en base a nuevos paradigmas, más que por principios, hacerlo por finales, es decir, no por promesas sino por resultados previos. El 2021 estaremos ante la elección más grande de la historia, se define el futuro de México, ¿A quién vamos a elegir y para qué… a la persona o al partido?
Por: Eduardo Ortega Solano
Twitter: eduardoortegas