APUNTES… Niños sin infancia, pero con armas
Por: Guillermo Fabela Quiñones
El mes de enero está por finalizar, los días han transcurrido con asombrosa rapidez, dejando una secuela de hechos dramáticos que prefiguran lo que será el año 2020 para el régimen de la Cuarta Transformación y para los mexicanos. Nos espera un año muy movido, lo cual no debe ser motivo de preocupación, sino de interés creciente por los asuntos públicos, antes vedados a la sociedad y hoy puestos a la observación ciudadana para su conocimiento y discusión abierta.
Esta es una práctica inédita a la que apenas nos estamos acostumbrando, distintiva de la democracia participativa que se comprometió a impulsar el presidente López Obrador. De ahí que la realidad nos ofrezca escenarios escalofriantes, porque las contradicciones de la vida pública de México, antes encubiertas y ocultadas en los sótanos más oscuros del sistema político, hoy están a la vista de la sociedad.
Nos estamos asomando a circunstancias dantescas que, de no ser abiertas al escrutinio público, hubieran estallado como una bomba de gran potencia destructiva y diseminando esquirlas en todas direcciones. Hoy sabemos que vivíamos en un régimen no sólo enmascarado para dar la apariencia de un rostro sin defectos, sino atrapado en sus propias heces acumuladas en décadas de simulación e hipocresía. De hecho todo estaba podrido, como lo patentizan los hallazgos que hace la actual administración federal por el imperativo de llegar a la raíz de los males que nos estaban aniquilando.
Ahora nos damos cuenta que muchos niños y adolescentes han sido severamente dañados, por una realidad social cubierta de pus pero disfrazada de colores por la televisión al servicio de los poderes fácticos beneficiarios de la podredumbre. Así lo demuestran noticias que hoy salen a la luz pública sin cortapisas, gracias a las “benditas redes sociales” y a la voluntad presidencial de que todos los problemas nacionales se ventilen ante la sociedad.
Es de tal magnitud el daño que ahora se pretende armar a niños para que aprendan a “defenderse” del crimen organizado, como trascendió al darse a conocer que una organización de policías comunitarios, en el estado de Guerrero, está adiestrando a niños en el uso de armas, porque “al ver a su padre muerto, creo que merecen también algo, y si el Estado no se los da, es una muestra de al menos decir ‘aquí estoy’”, como dijo el vocero de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC), Gonzalo Molina.
Enseñar a los niños a usar armas es un crimen de lesa humanidad, no sólo una violación flagrante a sus derechos humanos. Tenemos el caso del niño que mató a una maestra e hirió a varios compañeros y a un maestro, para luego suicidarse. Sabía perfectamente cómo usar las dos pistolas que portaba al llegar a su escuela. ¿Se ganó algo con eso? ¿No estamos viendo que los sicarios que se enrolan a bandas del crimen organizado son adolescentes que seguramente vivieron una infancia infeliz?
Es oportuno preguntar qué futuro les espera a esos miles de niños que cruzan la frontera sur de México en brazos de sus padres y pasan su infancia a salto de mata, sin tener oportunidad de jugar ni menos reunirse con sus amiguitos sin sobresaltos ni temor alguno. Sus derechos humanos son violentados por quienes ven a sus padres como carne de cañón en la “guerra” del capitalismo financiero contra los pueblos sin futuro, los imprescindibles.
Twitter: @VivaVilla_23