APUNTES… Polarización entre molinos de viento
Por: Guillermo Fabela Quiñones
En este momento la polarización de la sociedad mexicana está en nivel de alto riesgo, cuando lo razonable conforme al grado de aceptación con el que asumió su responsabilidad el presidente López Obrador, debiera ser todo lo contrario, con las élites del poder económico y político aisladas en su zona de confort en espera de mejores oportunidades, con la Cuarta Trasformación avanzando con pleno apoyo de las clases mayoritarias, convencidas de que el camino a seguir es el correcto, en beneficio del país en su conjunto.
Desafortunadamente vemos que no es así, pues el mandatario se está quedando encerrado en el círculo vicioso de su modo de ejercer el poder, del cual no hay visos pueda salir de aquí a un año, cuando se realice el referéndum para preguntar a la ciudadanía si quiere o no que se mantenga en el poder, que él mismo propuso. Hoy nos damos cuenta que haga lo que haga, incluso en beneficio de la nación, como la Ley de Energía Eléctrica que echa abajo la reforma neoliberal de Peña Nieto, el ambiente creado por él mismo se le revierte.
Luchar contra molinos de viento es una forma de hacer política que hábilmente está aprovechando la minoría beneficiada por el régimen neoliberal, como es fácil advertirlo. Cuando el país debería estar unido en defensa de las pocas acciones progresistas del gobierno, con las masas en las calles demostrando su conciencia social, lo que hace López Obrador es mantenerse a la defensiva con sus mismos discursos de campaña durante las elecciones de 2018.
En sólo dos años quedó en evidencia un hecho concreto: la Cuarta Transformación es sólo un lema político, no un programa de cambios estructurales de fondo, desde las bases mismas de la sociedad, con las masas como su escudo para aquietar a los neonazis en sus afanes absurdos de acelerar la caída del mandatario. Esto no va a suceder, su estadía en Palacio Nacional aún es funcional al proyecto oligárquico de la cúpula de cúpulas del poder financiero y económico del país. Sólo es básico orientar el rumbo con visión de futuro: energías limpias.
No debería afectar intereses darle a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) capacidad financiera para salir avante y desprenderse de los mafiosos que se han aprovechado de su desmantelamiento de manera anárquica, brutal y corrupta, en detrimento de un orden administrativo necesario para seguir haciendo negocios, sin mafias que incluso contravienen los objetivos fundamentales de la Doctrina Monroe. El desorden administrativo en la industria energética de México ha propiciado extraordinarias fugas de miles de millones de dólares, mientras la pobreza y la desigualdad crecieron exponencialmente en cuatro décadas.
El fondo del tema es que de ello se beneficiaron empresas españolas, principalmente, asociadas con quienes ahora se desgarran las vestiduras, supuestamente en defensa de los intereses patrios y de la economía del pueblo. Argumentan que se vulnera el artículo 28 constitucional, cuando el mercado energético está totalmente abierto. Amenazan con recurrir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para que “proteja a los afectados”, como advirtió Carlos Salazar Lomelín en el foro organizado por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), “Electricidad para el futuro de México”.
Lo dramático de una reivindicación necesaria, la rectoría del Estado para garantizar prácticas antimonopólicas, es que se pierde su trascendencia por la forma de hacer política del mandatario, cada vez más distante de las clases mayoritarias, a las cuales quiere tener contentas con sus políticas asistencialistas. Nada más racional en este momento que poner coto a la voracidad de las trasnacionales que han saqueado a la CFE y a Pemex, con la complicidad de los gobiernos neoliberales. Con datos incuestionables se demostró que, de mantenerse vigente el esquema de contratos con los productores independientes, el daño a la nación sería de 412 mil millones de pesos por subsidios.
Sin embargo, esta realidad nefasta se oculta en el tráfago de dimes y diretes entre el mandatario y sus adversarios (entre los que incluyó a los medios de comunicación), en un nivel inconcebible como lo vemos en sus conferencias mañaneras, y también en las arengas en sus giras de fin de semana, en un círculo vicioso que él mismo procura mantener cerrado con sus gravísimas contradicciones.
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