APUNTES… Sobre advertencia no hay engaño
Por: Guillermo Fabela Quiñones
Dice un dicho popular que “sobre advertencia no hay engaño”. De ahí la importancia del memorando que envió el presidente López Obrador a todos los servidores públicos de su Gobierno, para puntualizar que pedirá la renuncia a quienes se involucren en procesos internos partidistas y desvíen fondos del erario con ese objetivo. “No es congruente, moral ni legal, mantener estas deleznables prácticas políticas. Nada de partido de Estado”, afirmó.
Destacó que no debe haber confusión: una cosa es el partido y otra el Gobierno, y reiteró que él “no tiene nada que ver ni le importa lo que ocurre actualmente” en el partido que recibió su registro hace cinco años y bajo cuya estructura ganó las elecciones que lo catapultaron a la presidencia de la República. Recordó que cuando gobernaron el PRI y el PAN, el jefe del Ejecutivo federal utilizaba su alta jerarquía para maniobrar contra la oposición. Se refirió concretamente al intento de desafuero cuando fue jefe de Gobierno.
Bajo un punto de vista teórico está en lo correcto, “una cosa es el partido y otra el Gobierno”, pero en la práctica política y en un país como el nuestro, muy distante de la democracia formal, quedarse sin una organización que lo arrope contra los vendavales de una oposición siempre al acecho, es un riesgo mayúsculo. Es tanto como perder los brazos y subir a un ring sin tener manera de cubrirse de los golpes del rival en turno. Viene al caso recordar que a Ernesto Zedillo lo abandonó el PRI en venganza por su postura apartidista.
Sin duda, el mandatario quiere mostrar su celo por servir a todos los mexicanos, poniendo énfasis en su alejamiento de Morena, organización que parece destinada a seguir los pasos del PRD, si no encuentra una dirigencia a la altura de las circunstancias, es decir capaz de frenar y revertir una caída anunciada. Es correcto que el Ejecutivo no se desgaste metiéndose abiertamente en los enredos que trae su partido, pero sería un error mayúsculo dejar que se desmorone por falta de un liderazgo que ponga fin a las confrontaciones internas.
Es creíble que el presidente sobrevalore la fuerza del pueblo en el caso de que su partido naufragara en un mar plagado de “tiburones” hambrientos que quieren quedarse con un “cuerpo” que flota sin rumbo. Es posible que tenga ya visualizados algunos liderazgos con los cuales suplir a un partido que no supo estar al nivel de los ideales de su fundador. Esto lo veremos en la culminación del proceso de cambio de dirigencia muy pronto. Lo previsible es que el descontento de muchos sea el saldo después del mismo, problema nada fácil resolver.
Esto explica la postura del mandatario de actuar como Poncio Pilatos en lo relativo a Morena, y destacar que uno de los propósitos fundamentales de la Cuarta Transformación es “desterrar la simulación y las marrullerías que combatieron cuando eran oposición”. Y como dice el dicho: “El que es buen juez por su casa empieza”.
En síntesis, el Presidente necesita a Morena tanto como su partido lo necesita a él, no sólo para ser una organización ejemplar, sino para ser el cauce del río transformador que se está llenando de energía con la esperanza de la sociedad mayoritaria por un México en verdad democrático, participativo y justo.
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