APUNTES… Vandalismo, último recurso de la derecha
Por: Guillermo Fabela Quiñones
En un grotesco afán de hacer creer que es un órgano autónomo, el Instituto Nacional Electoral (INE) acusó al jefe del Ejecutivo de hacer uso de programas sociales para promover su imagen, y lo citó a comparecer para aclarar las bases de la acusación. La respuesta del presidente López Obrador evidenció una realidad contundente: El INE carece de autoridad moral para actuar sin tomar en cuenta su nula aportación al avance democrático del país.
Esta situación da margen para que el Estado mexicano empiece a evaluar el papel de instituciones que sólo han servido para enmascarar a un régimen, el neoliberal, que todo el tiempo en que mantuvo el poder, actuó con un autoritarismo férreo y sin ningún respeto a la sociedad. El colmo fue su empecinamiento, ya con el actual mandatario, de luchar como si en ello le fuera la vida, por mantener sus privilegios inaceptables, entre ellos ganar más del doble del salario del Presidente.
De ahí la justificación del mandatario al afirmar: “Nosotros venimos de una lucha donde padecimos de los fraudes de Estado. El INE se hizo de la vista gorda en sexenios pasados y ahora se convierten en paladines de la democracia. De todas maneras es su derecho y los respeto”. Ni que decir tiene que le sobra razón al señalar: “Lo único que les voy a decir: vámonos respetando, no somos iguales, que no me confundan, eso sí calienta”.
Es válida la acotación de que la actitud del INE es parte de la estrategia de la derecha de ponerle piedras al gobierno del presidente López Obrador, como lo es también el vandalismo que desata con grupos de choque con el mínimo pretexto, como se demostró en días pasados para dizque protestar porque no se ha resuelto el caso de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Fue un hecho delictivo obviamente tramado por los neoporfiristas para tratar de confundir a la ciudadanía.
Lo positivo de este tipo de maniobras sucias es que ya no engañan a nadie, no sólo porque han abusado de ellas, sino porque se afianza la convicción, entre las clases mayoritarias, de que la derecha no tiene más argumento que el de recurrir a la violencia y al sabotaje. Es el vandalismo al que ha recurrido cuando su impotencia es de tal magnitud que como último recurso le queda echar a la calle a sus energúmenos a sueldo, táctica que los años han agotado hasta convertirla en cenizas.
En otra dimensión, es el vandalismo que utiliza el presidente Trump para tratar de imponer sus intereses sobre otros pueblos, como lo sufren directamente los que conforman las naciones latinoamericanas. La única diferencia es la dimensión del uso de la fuerza: los conservadores en nuestro país no tienen la capacidad suficiente para derrocar a un gobierno legítimo, avalado por la gran mayoría de la población; Trump tiene la fuerza del imperio pero carece de autoridad moral, por eso sus balandronadas son cada vez más cínicas y perversas.
Estamos viviendo una etapa crítica por la desesperación de los poderes fácticos al saber que no es tan fácil, como ellos esperaban, imponerse sobre una población más madura y consciente. Por ello recurren al vandalismo y a las provocaciones. Es lo mismo en Estados Unidos que aquí en México y en regímenes que se oponen al progreso con sentido humano.
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