Por: Socorro Soto Alanís

Celebro a mis padres don Raúl Soto Contreras de Canatlán de las manzanas, Durango y a mi madre doña Eustolia Alanís Quiroz de La Noria de San Pantaleón, Zacatecas, quienes se conocieron en la ciudad de Durango, se enamoraron, se casaron y nací un mediodía de enero en el sanatorio Rodarte, hoy hotel en 20 de Noviembre e Hidalgo.

Días de guardar, en medio de la pandemia que dura ya un año con los estragos a una humanidad anonadada, asustadiza y de rodillas. Los rebrotes del virus azotan al mundo, consecuencia de las fiestas, compras, parrandas y festejos de la Navidad 2020. Humanos al fin, hubo quienes no midieron las consecuencias de ese relajamiento y en México, país del valemadrismo, hubo quienes, aun así, organizaron fiestas.

Después de eso, el ramalazo cobra caro. En el mundo llegamos a dos millones de muertes y 96 millones de infectados. En México, cualquier día de estos, alcanzaremos la suma de 150 mil muertes por COVID-19 y tenemos un millón 732 mil contagios, lo cual es terrible. Hospitales, crematorios y cementerios están saturados en la Ciudad de México y todos los estados vecinos están en semáforo rojo.

Muchos comercios ya han cerrado y muchos más habrán de cerrar, las cadenas productivas y las relaciones de producción están rotas. Las escuelas llevan casi un año cerradas y el tiempo perdido para niños y jóvenes es desalentador. La convivencia social, el acompañamiento, la socialización, vitales en las relaciones humanas, no existen más allá de cuatro paredes. Como monos enjaulados o ratones en ratoneras hemos perdido mucho de lo más valioso de la humanidad.

Los abrazos, los paseos, las visitas a los abuelos, el cine, las plazas, los parques permanecen vacíos y tenemos que mantenernos separados los unos de los otros, paranoicos al resguardo del diminuto y letal virus. Un largo proceso, con vislumbres de salir del túnel al mediano plazo, gracias a la vacuna. Sí y sólo sí, nos alcanza para la mayoría de la humanidad.

Es mi cumple, conmovida y agradecida con Dios, con la vida, con la ciencia, celebro el amanecer cada mañana, la luz, el viento. Privilegiada y sobreviviente de cáncer y del Coronavirus. Ni modo, no habrá aquellas fiestas memorables para divertirnos, cantar, bailar, reír y abrazarnos todos. Me pude haber muerto y no verlos más, guardar la agenda para siempre. Estamos aquí, vivos. Y ya con eso tengo bastante. Habremos de reencontrarnos, reconstruir nuestro Durango, nuestro país y rediseñar nuevas rutas para la humanidad. Todas las mesas de café del mundo nos esperan, mientras, abrazos virtuales y con gel, qué aburridos, ni modo.

Twitter: @cocosotoalanis