Como amarillismo…
Por: Juan Alberto Esquivel y Cebrián
Como amarillismo califica el titular del Gobierno federal a las noticias que dan a conocer la violencia desatada que ensangrenta al actual periodo electoral pero, ¿Qué significa esta actitud del responsable de gobernar a los Estados Unidos Mexicanos?
Empecemos por preguntarnos ¿Qué es gobernar, bajo un régimen democrático? Los conocedores del tema nos dicen que es la conducción de un país y el manejo honesto de los bienes públicos, conforme a los auténticos intereses de la ciudadanía. Y ¿cuáles son los intereses ciudadanos? Es indiscutible que es el bienestar social. Y ¿qué significa el bienestar social?
Quienes saben del tema nos dicen que es el conjunto de factores que se conjugan para que los integrantes de una sociedad puedan satisfacer sus necesidades fundamentales y, en consecuencia, tener óptimos niveles de calidad de vida. En este sentido, el bienestar social va de la mano con el desarrollo humano. Y, ¿cuáles son esos factores? En primer lugar la seguridad de personas y bienes; luego, la salud, la educación y la recreación.
Cierto es que esta administración federal heredó un serio ambiente de violencia generada por los conflictos entre la delincuencia organizada, pero en lugar de combatirla, parece que la ha alentado pues, en la mitad del sexenio, tenemos casi el doble de homicidios dolosos que los cometidos a lo largo de los sexenios anteriores y en particular, la actual violencia electoral está reflejando no la pasión política sino el interés de la delincuencia organizada por controlar a la administración pública y, ¿cómo reacciona ante esto el responsable del bienestar de toda la República? pues busca encarcelar a los candidatos que le van ganando a quienes su partido recomienda a la ciudadanía, regaña a los periodistas por hacer su trabajo y transfiere la responsabilidad de este combate a los gobiernos estatales -a los cuales ha reducido el monto de las participaciones federales y desaparecido programas relacionados con el fortalecimiento a la seguridad pública-; esto es, se desatiende de su principal responsabilidad: cuidar de la seguridad pública.
O sea que, si «hechos son amores y no buenas razones», es fácil entender que el interés del primer mandatario no es el bienestar del pueblo, que tanto usa en sus discursos, sino aumentar su poder personal, con fines no muy claros.
Aunque, por otro lado, se puede especular que tal violencia puede tener una finalidad perversa: promover el abstencionismo.
¿Y quién gana si el abstencionismo es mayoría en estos comicios? Indudablemente que, en primer lugar, el crimen organizado y, luego quien tenga un mayor número de votantes cautivos y ¿quién es? Pues quien tiene el control de los «programas sociales».
Y, en este caso, el habitante del palacio nacional conservaría su poder y lo incrementaría y, por tanto, su regaño a los periodistas adquiere una oscura dimensión.
Por todo esto es importante razonar muy bien el voto y acudir a depositarlo. Debemos de apoyar al titular del gobierno federal para que acabe su periodo sin mayores daños al país y que se vaya derechito a su rancho y, para ello, requiere de un Poder Legislativo fuerte, que le sea de contrapeso a sus decisiones, generalmente, nacidas de su ansia de poder.
O ¿Tú qué opinas, paciente lector?