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CRÓNICA DE UNA PESADILLA INTERMINABLE… Aparece la COVID-19 (Parte 3)

13/03/2021 - Hace 4 años en México

CRÓNICA DE UNA PESADILLA INTERMINABLE… Aparece la COVID-19 (Parte 3)

Zona de Debate | 13/03/2021 - Hace 4 años
CRÓNICA DE UNA PESADILLA INTERMINABLE… Aparece la COVID-19 (Parte 3)

Por: Jesús Reséndiz

Nunca se comunicaron; finalmente al llegar las 48 mi esposa se comunicó a un número que se facilitó una amiga. Hasta donde estaba como a tres metros de distancia escuché que del otro lado de la línea le decían “salió positivo”; (es la única ocasión que he sido positivo en algo), y la pregunta obligada de parte de mi esposa “y luego ¿Qué hay que hacer?”; que tome perlas se tesalón y pastillas de ibuprofeno. ¿Qué más? Inquiere, “con esto, eso es todo”, que venga otra persona por los resultados, le indican a mi esposa. resultados que entregaron hasta después de concluir la cuarentena.

Al oír eso, de inmediato sentí que se abría la tierra y que caía. Le dije a mi familia que se iba a aislar en otra casa para protegerlos, sobre todo a mis dos nietos y mi hija; mi esposa sin dudarlo me dijo “me voy contigo, ya vez que cuando te hicieron la prueba me dijeron que si salías positivo sin duda yo también”.

Preparamos lo más indispensable para irnos, ropa, medicinas y un colchón inflable. Era el 23 de octubre. La casa a donde nos trasladamos sola, sin ningún mueble, sin funcionar el boiler, solamente tres sillas de plástico, y sin nada de cocina. A comprar otro colchón inflable. El panorama era devastador.

Poco antes de trasladarnos, les notifique a los cuates del infortunio, Por la tarde se comunicó conmigo Andrés, compañero de secundaria, quien a su vez le había avisado otra compañera enfermera Bernardina. ¡Ellos junto con mi esposa fueron mi salvación!

Ese día por la tarde, Andrés me llevó dióxido de cloro, y medicamento para nebulizaciones, que consumí e inhalé de acuerdo a las indicaciones; en tanto la tos no cesaba, me impedía hablar, o hablaba con dificultad, y también con algo de dificultad para respirar. Al día siguiente por la tarde tenía mucho menos tos; en tanto que la fiebre se presentaba con menos frecuencia y podía respirar mejor, pero en contrario mucha fatiga y sin poder comer; solo permanecía acostado.

Aquello era un infierno. Como a los tres o cuatro días se comunicaron de la Secretaria de Salud, para preguntar mi estado de salud, me dijeron que me midiera la saturación de oxígeno y esta marcaba 84 luego 86; “no debe bajar de 80”, me respondió el señor de la Secretaría, “pero estoy respirando bien, por la nariz, no por la boca, me siento bien”, le dije.

“No” -me replicó, “vaya a conseguir oxigeno”.

– ¡¿Yo?! ¡¿Pero cómo voy a ir?, no me puedo ni parar; “Si empeora la situación, ¿me tendré que hacer la traqueotomía yo mismo?, pregunté.

Bueno que vaya otra persona, pero tiene que conseguir oxígeno, espetó con voz de alarma, me apresuró ¡es urgente!

Nunca me dijo que si se agravaba la situación llamara al 911 al área COVID.

Mi esposa se trasladó a varios lugares y en ninguno había oxígeno. “El único se desocupa dentro de una, semana tiene que dar un anticipo para eso”. En otro negocio le dijeron que aparte de que no había el tanque tiene una duración de cuatro horas lento, y más rápido dos, luego hay que recargar. Un calvario. Finalmente, no se necesitó, el de salud solamente metió ruido y pánico a la ya desesperante situación.

Mientras los días transcurrían no tenía distractores de nada, únicamente el celular en donde a través de mensajes me enteraba de lo que sucedía afuera. Mi esposa y yo nos habíamos llevado una televisión que no funcionó. Días después otra, pero sólo televisión abierta que su programación es pura basura, sobre todo en las noches que se hacían eternas, acompañadas de in interminable insomnio, programas de ventas de colchones, de pomadas, de aparatos de ejercicios, medicamentos milagrosos, de todo. No tenía ningún distractor. Tampoco podía leer, era más fuerte los malestares y la preocupación.

En tanto la información por celular fluía, ya se murió fulano, ya internaron grave a zutano, falleció perengano, amigos, míos, compañeros de trabajo. Los cuates se estaban yendo. ¡Esto es el exterminio!

A los dos o tres días se comunicó una doctora de la Secretaría de Salud para monitorear mi situación: “Cómo se encuentra hoy”, me preguntó; le dije que mejor, pero con sentimientos encontrados yo iba bien, pero mis cuates no, y no puede reprimir el llanto y le dije que por un lado ellos eran los héroes, pero que hicieran algo, que le reclamaran a Aispuro, a Salum, que, en lugar de estar entregando frijol, láminas o créditos a sus amigos, que acabaran con la movilidad.

Casi se lo estaba implorando, ¡Ustedes tienen que ser los primeros en reaccionar, si no quien nos va a atender! Si no hubiera Canaco, o Coparmex, que se oponen al cierre temporal de negocios, no hubiera tanta movilidad. Nosotros no podemos hacer nada, me respondió.

Por otro lado, mi esposa que solamente traía un poco de molestia en la garganta y una tos leve para descartar o confirmar el contagio, acudió al ISSSTE a hacerse la prueba el miércoles 28 de octubre. Nunca le dieron el resultado, que su prueba se contaminó, le dijeron a una sobrina luego de varios días de preguntar por los resultados.

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