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CRÓNICA DE UNA PESADILLA INTERMINABLE… Se complica la situación (Parte 2)

12/03/2021 - Hace 4 años en México

CRÓNICA DE UNA PESADILLA INTERMINABLE… Se complica la situación (Parte 2)

Zona de Debate | 12/03/2021 - Hace 4 años
CRÓNICA DE UNA PESADILLA INTERMINABLE… Se complica la situación (Parte 2)

Por: Jesús Reséndiz

Empezó dolor de cabeza y fiebre, poco más de 38 de temperatura. Con este cuadro aunado a los otros síntomas, me empezaba a fatigar y fuertes mareos y no tenía ganas de probar alimentos; por la tarde me trasladé al ISSSTE en compañía de mi esposa para la prueba de COVID-19.

“¿Que síntomas tiene?”, me cuestionó la doctora; quienes tienen la desgracia de ser contagiados y que pertenecen a la salud pública como el ISSSTE tienen que vivir momentos angustiantes para someterse a la prueba y obtener los resultados de Coronavirus.

En el ISSSTE, por ejemplo, mientras la autoridad exige a la sociedad utilizar las medidas sanitizantes, en este sitio público que debería poner el ejemplo, estas medidas no existen. No hay tapete sanitizante, no hay gel antebacterial y a los que acudimos hacemos uso del pequeño aparato para medir el nivel de oxígeno y el ritmo cardiaco (oxímetro), introducimos el dedo sin ninguna protección. Si un paciente va negativo allí con esta acción sale contagiado.

A la persona que presenta síntomas de este infame padecimiento, primero la consultan y luego la agendan para dos o tres días después o más para la realización de la prueba, en tanto que los resultados dos días más para informarle al paciente o el paciente tiene que arreglárselas para obtenerlos. Días eternos, días de incertidumbre, angustia.

Quien resulta positivo el tratamiento es aislarse, tomar ibuprofeno y perlas de tesalón.

Ese día jueves, no me hicieron la prueba, sólo me consultaron y me agendaron para el lunes siguiente a las 17 horas. Me dieron dos cajitas de pastillas, “tómese esto”, De regreso a casa junto con los malestares, empezó la angustia. “¿Y si tengo COVID…?” “y si se complica la situación, ¿qué hago?”; Son muchos días de aquí hasta el lunes, larga espera, largo el tormento.

En ratos me hacía a la idea que no pasaría nada, que solo eran esos dolores, creía que no tenía más síntomas, pero no era así, quise a manera de prueba oler la botella de cloro y nada, el pinol y tampoco, los focos de alarma se encendieron y con ello el pavor de nuevo. No podía comer, aunque tuviera hambre, era más fuerte la preocupación y la incertidumbre. Dormir menos.

De la preocupación al miedo

Por fin es lunes. Al llegar al ISSSTE, alrededor de las 16:30 para la prueba, el panorama era desolador y angustiante, filas de aquí hasta allá, Pocas sillas bajo un toldo, algunos -no todos- un tanto distantes, allí en medio de tierra y arboleda, la espera era desesperante, se escuchaba por doquier la gente toser, estornudos por allá; me entró miedo en el cuerpo al ver que por una rampa a tres camilleros como astronautas que en una camilla descendían a una persona dentro de un largo cilindro transparente. Uno de ellos no dejaba de rociar atrás del paciente todo el trayecto y al aire libre imagino que solución sanitizante.

Esta escena se repitió tres veces. Los llevaban al mismo módulo al que estábamos en espera. Otra vez la espera interminable, más se incrementa la ansiedad y el desasosiego. Mientras la desesperación aumenta, los síntomas también y con esto la incertidumbre se acrecienta.

En tanto la gente que se confundía los que iban a consulta y los que iban a la prueba, unas y unos no apartaban la vista del celular, otros ya se sentaban en lo que podían, en un marco, o en un tronco, defensa de un carro, otros daban unos pasos y vuelta. Como si estuvieran en la maternidad en espera del nacimiento de su bebé.

Finalmente, la prueba; al entrar al módulo el mismo sitio de la consulta sin ninguna medida se seguridad, ni por tratarse de algo sumamente importante, ahí me percato que sólo una puerta de vidrio corrediza separa a los que van a la prueba y a los que trasladan en camilla, ¡qué miedo!

La persona que practica la prueba me indica que dentro de 24 a 48 los resultados. “Nosotros le llamamos”, me dijo, en tono cortante pero comprensible. Otra larga espera, otra vez sometido al pánico, a la incertidumbre, a la angustia, al insomnio, a querer saber de una vez el resultado.

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