Cuanto se han llevado los últimos 8 meses
Por: Luis Alberto J. López Chávez
Para finales de febrero los Duranguenses subestimábamos aún al COVID-19, para finales de marzo ya era una realidad, aún escépticos, tomamos con paciencia el aislamiento necesario, para mayo, ya pesaba, en agosto creímos que estaba pasando, en noviembre estamos desesperados.
Desconozco cuántos negocios se han ido a la quiebra, no se necesita ser un genio para suponer que bastantes. La economía, pero sobre todo la vida de muchos ha cambiado radicalmente en los últimos meses, nuestros círculos sociales se han cerrado, estamos mas lejos, mas solos y mas silenciados, incluso quienes no habían acatado las medidas ahora de manera obligada han tenido que hacerlo, nuestra vida ya no es la misma de antes y probablemente nunca vuelva a ser.
Evidentemente nuestra salud mental ha sufrido un profundo revés, es difícil pensar en otra cosa cuando se esta pensando en que llevar a la mesa día con día en muchos casos, sin embargo, tal vez no estamos conscientes de como ha afectado esta contingencia a las relaciones cotidianas que teníamos con los demás.
Las personas que no han podido ver a sus amigos, a su familia extendida, los que han estado lejos de sus padres o sus hijos, mas aún quienes han perdido a alguien ya sea o no por este virus y no han podido despedirlo de la manera habitual. El duelo, la tristeza y la ansiedad se cargan solos. Esta pandemia nos ha llevado a extremos que jamás llegamos y a conductas que jamás adoptamos.
Quienes vivimos solos, quienes estábamos acostumbrados a la actividad, a la vida social y a la compañía, quienes ya leyeron suficientes libros, y agotaron las opciones en televisión, quienes no pueden pagar las cuentas, quienes siguen en la incertidumbre total sobre cuando esto va a terminar, sobre como se van a levantar.
Afortunados somos quienes tenemos a nuestra familia completa, quienes tienen a sus hijos, quienes tienen a su pareja, quienes pueden convivir con ellos sin salir de casa. El sedentarismo se está adueñando de nosotros, cuando esta situación no existía, era difícil, hoy, es aún mas.
La depresión y la dependencia siempre han existido, pero afloran dentro de las cuatro paredes de este encierro forzoso, ineludible, inexcusable. Las opciones se acortan, para algunos mas que para otros. La buena noticia, sigue habiendo opciones.
Dicen que la esperanza muere al final y mientras haya vida hay esperanza, hay que dimensionarlo, es la peor crisis humanitaria en lo que va del siglo y probablemente sea la mas fuerte cuando este acabe, no obstante, intrínsecamente siempre habrá algo que nos haga levantarnos y salir adelante, esto se ha convertido en una lección de disciplina, no solo para los Durangueneses, sino para todo el mundo, no seremos los mismos nunca, pero en cualquier problema por muy grande que este sea siempre hay una luz al final del túnel, somos naturaleza y la naturaleza es resiliencia.
Twitter: @luislopezdgo