Por: Iván Ramírez

Antes de hacer un análisis y dar a conocer mi punto de vista, preferí esperar a que el tema “Culiacán” se asentara un poco, pues la sociedad quedó en un fuego cruzado mediático en el que volaron pedazos de información y desinformación que pegaron en el pecho y cabeza de la opinión publica causándole por momento estragos en su objetividad.

Lo hemos dicho anteriormente, de acuerdo a cifras oficiales, México tenía uno de los índices más bajos de homicidios, violencia y drogadicción a nivel mundial, pero aun así, Felipe Calderón decidió declarar una guerra y sacar al ejército de los cuarteles para mandarlo a las calles. Desde ese momento a esta institución le quitaron el aparato de “rayos x” y el bisturí con el que hacía las operaciones exitosas, contundentes; porque para ellos es fundamental, vital, salir y desdoblarse por el territorio mexicano previo trabajo de inteligencia. Un Gobierno cuyo ejército está permanentemente en las calles muestra sus cartas antes de tiempo, elimina el factor sorpresa y telegrafía lo que piensa hacer, más cuando a quien enfrenta tiene el dinero suficiente para adquirir tecnología de punta y comprar oídos, voces de alerta en las instituciones gubernamentales. Cuando a quien enfrenta se ha vuelto más pueblo e institución que antes, porque sus acciones ya son un modo de vida, una cultura difundida en miles de hogares, calles y oficinas. Se han vuelto más pueblo e institución porque en dos sexenios pasaron de ser miles a ser millones de individuos torneados por un entorno en que los que en verdad mandan no tienen membrete y se les enseña que el patrimonio,  la vida y la libertad del otro es un botín tasado en cierta cantidad de dinero; donde adolescentes buscan alejarse rápidamente de sus problemas y a la misma velocidad quieren alcanzar sus sueños a sabiendas que estos pueden ser cortos, momentáneos, volátiles y dependientes de un reacomodo de cárteles o grupos.

Una forma de vida en que la legalidad e ilegalidad se escuchan prácticamente igual y la única diferencia entre una y otra es una inche letra que se borra sin problemas con una goma de corrupción e impunidad;  donde la Ley es un montón de palabras aprobadas por un montón de personas que tienen precio y el estado de derecho se ha vuelto un estado de justicia, y es ahí donde nace un debate que ha provocado revoluciones, revueltas, protestas,  luchas, porque la justicia de unos puede ser la injusticia de otros.

La historia está llena de ironías y nuestra historia actual no escapa a ella. En este momento pensar en regresar al ejército a los cuarteles sería entregar las escrituras de la soberanía nacional… así, en esta situación nos dejaron el país. El retorno del ejército debe ser gradual y paralelo a un avance en el estado de bienestar de la población, ahí el reto y  la titánica tarea del actual Gobierno.

La violencia que actualmente vive México tiene mamá y papá, y coincidentemente sus nombres riman con “PRIAN”. Fue con ellos que los cárteles mexicanos se volvieron superpoderosos, transnacionales casi omnipresentes, pues ya se encuentran en el 70 por ciento del planeta, una presencia similar a la de McDonald’s o Coca-Cola.

A esto se enfrenta el Gobierno de AMLO, a un ente cuyos padres hoy abren la boca con ferocidad y lo acusan de no poder controlar a este mounstro global creado, alimentado y educado por ellos mismos.