EL DETRACTOR… Un “canallín” en fuga
Por: Cristhian Salazar
“El que tenga cola de zacate, que no se arrime a la lumbre”, dice la sabiduría popular, pero Ricardo Anaya tiene una “colota” y aun así se la ha pasado atizándole al fuego de su relación con Andrés Manuel López Obrador, que se complicó desde la campaña de 2018, cuando el tabasqueño le puso el famoso mote de “Riqui Riquín Canallín”, un chiste muy malo, pero que por la gran popularidad del entonces candidato morenista, se volvió en tendencia en las redes.
Durante este sexenio, Anaya ha sido un feroz crítico del gobierno de AMLO, a quien responsabiliza de todos los males de México. Pero el presidente no es precisamente un político al que le guste quedarse callado, se ha subió al ring con el panista y lo rebautizó como el “Señor de las Caguamas” en alusión a la crítica que lanzó a la sociedad mexicana por ser afectos a esa bebida casi sagrada en la cultura popular.
¿Qué esperaba Anaya? “El que se mete de carbonero tiene que salir tiznado”, y si como “Canallín”, se tiene un largo historial de enriquecimiento inexplicable, lo más seguro es que al meterte con el poder, te ganes una orden de aprehensión. No cabe duda que en la política lo más difícil es el arte de callar, pero Anaya no resistió la tentación de seguir en el reflector público y su ego lo tiene con un pie en la cárcel.
En un video que circuló en redes sociales en días pasados, Anaya se auto proclama como el máximo opositor del gobierno y anuncia su auto exilio de México “para poder seguir luchando”. Además, se equipara con Juárez, los Flores Magón, Madero, Melchor Ocampo o el venezolano Leopoldo López, quienes tuvieron que exiliarse para escapar de los gobiernos de sus países.
En 2006, cuando Andrés Manuel encabezaba a la oposición, fue desaforado por haber continuado un camino para poder construir un hospital, cuando ese delito ya ni siquiera se encontraba tipificado, el fondo era descarrilarlo de la carrera presidencial. Lejos de huir, se enfrentó al Congreso mayoritariamente priista y panista, a un juez a modo y no se amparó, llamó a una movilización histórica que hizo temblar al sistema y a Fox no le quedó otra que renunciar a sus intenciones de meterlo a la cárcel.
Si como dice Anaya, cada vez son más lo que no le tienen miedo a AMLO y que están en su contra, no debería huir del país, sino llamar a la resistencia y formar un frente opositor ciudadano; enfrentar esta “persecución” y los cargos que se le imputan por cohecho y lavado de dinero.
Ricardo Flores Magón murió en la cárcel, Juárez cayó preso en Guadalajara, Madero fue encarcelado en Nuevo León, Melchor Ocampo en Michoacán y Leopoldo López perdió su libertad por más de cinco años. Todos ellos enfrentaron su destino, demostraron su inocencia y se convirtieron en grandes líderes. Si Anaya se cree el salvador de México, debería imitar a estos luchadores sociales, pero el panista no está a su altura, ni siquiera se le puede comparar con Elba Esther Gordillo, que, si bien es cierto, también es una corrupta en grado superlativo, por lo menos la maestra cuenta con el apoyo de una parte del magisterio, mientras Anaya nada más es Riqui Riquín Canallín.
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