Por: Gilberto Jiménez Carrillo

Josué Alirio Barrera jamás soñó con ser político, a él lo que le gusta era domar caballos. Y quizá por eso tampoco acudió a la escuela, es decir, no se graduó de nada, ni siquiera terminó el bachillerato, pero el 27 de octubre de 2015, ganó la gubernatura de su departamento, uno de los 32 que componen Colombia. Alirio arrasó y logró una votación histórica en la región. El hombre que tenía más conocimiento en ganado y en agricultura, el campesino, llegaba al poder. No se arrepentiría la población.

En tres años logró lo que nadie imaginaba: sanear las finanzas del lugar donde nació.  Pagó toda la deuda pública de Casanare. Devolvió la pulcritud y honestidad a un cargo en el que esos términos simplemente habían desaparecido. Con un total del 17 por ciento del presupuesto que manejaron anteriores encargados se lograron pagar las deudas ambientales, impuestos y embargos y así logró también hacer obras en todos los municipios y terminar con elefantes blancos.

Por si fuera poco el Gobernador de a caballo no endeudó al departamento y dejó un ahorro para el futuro del departamento con más de 400 mil millones de pesos colombianos. Parte del éxito es que no tuvo compromisos de campaña, pues su ascenso político se dio de forma natural por su empatía con la gente. El cambio se notó de inmediato, pues en dos décadas Casanare tuvo 12 gobernadores, todos involucrados en actos de corrupción, complicidades e historias de derroche, que convirtieron a este territorio en un manjar para la ilegalidad. Gobernador que asumía, era pronto inhabilitado por desfalco al erario y al abandonar el cargo salían millonarios y cargados de dinero pero hábilmente evadían el peso de la Ley. Hasta que llegó el gobernador que sorprendió a todos. No fue sencillo el camino.  Se inició amansando caballos y escaló hasta volverse un prominente empresario del turismo y la exposición equina, y después vino el brinco a la política. No es una eminencia de la oratoria, pero sus resultados son infalibles. Dice no tenerle miedo a casi nada, y cuando se dice que “a casi nada”, es porque en una rueda de prensa respondió “a mí lo que me da miedo es ver a mi mujer brava”.

Pancho Villa fue gobernador de Chihuahua del 10 de diciembre de 1913, al 10 de enero de 1914, en esas cuatro semanas que estremecieron a Chihuahua, Villa ya como mandatario, ordenó bajar el precio de la carne y se ofreció a un 85 por ciento menos de lo que costaba, aplica la misma política con el frijol, el maíz y quita los impuestos de importación en la Aduana de Ciudad Juárez a los productos básicos que consume la población. En los siguientes días reabrió el Instituto Científico y Literario, creó el Banco del Estado, imprimió sus billetes, acuñó monedas de plata, decretó la Ley seca para sus tropas y también instaló el primer telégrafo inalámbrico del norte, reorganizó los ferrocarriles y confiscó haciendas. La prensa internacional reseñaba su Gobierno informando que el duranguense sentía una verdadera pasión por las escuelas, pues estableció cincuenta planteles de educación en la ciudad y le aumentó el sueldo a los maestros. Hizo que el ejército hiciera funcionar los tranvías, la planta de luz eléctrica, los teléfonos y el agua potable. Instaló molinos de harina y mataderos de ganado además de cerrar las cantinas. Villa tenía tan solo 36 años cuando asumió la gubernatura.

Email:[email protected]